Cajón Desastre

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domingo, diciembre 31, 2006

Fiesta de Fin de año de Shylviah

Esta instantánea es de Shylviah felicitándonos el Año desde Madrid.

Harta de tomarse cafés en el Starpacks, y hasta el moño de tanta compra en Machy`s, se ha venido desde N.Y. en el jet privado de un amiguete a pasar el Fin de Año en los Madriles.
En la foto veis el traje que lucirá esta noche en el Baile de Disfraces del Círculo de Buenas Artes.
Se va a llevar las uvas ya peladas en un cestillo, pues sólo toma uvas de los viñedos familiares. Son las únicas que acepta por su extraordinaria dulzura y pequeño tamaño. Si no se atraganta.
¡Feliz año!
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jueves, diciembre 28, 2006

Shylviah disfrutando de un cigarrito en la pelu.

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miércoles, diciembre 27, 2006

Más fotografías de Shylviah, Marquesa de Volandas

Ésta es una foto de Shylviah que apareció en el Dancing & Driving Review de Siracusa. Como veis, montándoselo de prima ballerina a taconazo limpio. La compañía tuvo que contratar a un podólogo de guardia para atender a sus pobres compañeras. Genio y figura…
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martes, diciembre 26, 2006

Lecciones de Ballet clásico de Shylviah


Aquí tenéis otra foto del album personal de Shylviah.
Es de su primer día de ballet en la Academia Tristán y Solda de Viena. Como podéis apreciar se empeñó en bailar con unos escarpines del siglo XVIII para desesperación de su profesor, el coreógrafo rumano Zoltan P. Padesky.
No obstante, sus progresos fueron notables.
Consiguió bailar sola el paso a dos del Lago de los cisnes hacia el segundo trimestre.
Con los escarpines.
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martes, diciembre 19, 2006

Felicitación navideña Made in Shylviah



Pues aquí teneis a Shylviah en una felicitación navideña limited edition de Wallmarcs. Esta chica sabe hacer dinero de todo. Hasta de lo que no le gusta, ya os conté que detesta las navidades. Creo que ha cobrado un pastón, que puñetera....
Pdt: En un principio el Director de Arte tenía pensado que apareciera desnudita, pero el cura párroco de Wichitta on the Lands se mostró renuente. El estilista no tuvo más remedio que plantarle un maillot (de Lucio Pilastres para Plan de Pompas). Los ecologistas parecen haber transigido con la tala de abetos que aparecen en el Christmas. La pobre Shylvitah todavía esta tomando Frenadol y tiene la nariz roja.
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domingo, diciembre 17, 2006

Shylviah pasándoselo bomba en el Studio 53 NY

Queridos lectores,
sigo tomándome un merecidísimo descanso alejada del mundanal ruido. Os dejo una foto de la loquita de Shylviah haciendo de las suyas en Nueva York. Ella siempre huye de las Navidades, a mi me encanta el turrón.
Saludos para todos.
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martes, diciembre 12, 2006


Os dejo colgado un retrato fotográfico de Shylviah realizado ni más ni menos que por Elmero Tobainas en su etapa colorista pre-neoyorkina : “ Transoceanic beauty on a windy day ” A.K.A “¡Jopé que frío!”.

Estilismo: Rufus Bernhayer. Maquillaje: Críspulo Capadocia. Ropa y complementos: J. Maguncia para Spasticus . Peluquería: Peluquerias "Herminia".


Saludos para todos.

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domingo, diciembre 10, 2006

La Pasión de Shylviah. Capítulo 3.



Desde su jaula de oro con incrustaciones de lapislázuli,
las oropéndolas entonaban sus más bellos trinos, con cuyo lirismo solo podía competir la voz de Shylviah que, en ese momento, cantaba “ Mamma quel vino é generoso” mientras mordisqueaba un petitfour.

A través del ventanal podía contemplar el jardín. Era un jardín de estilo inglés, donde la aparente naturalidad con que se disponían parterres, rocallas, setos y flores era fruto de una gran planificación y dispendio económico. Discurría por el césped recién cortado un pavo real de soberbio colorido (Ver nota 1 a pie de página) que, con la cola desplegada cual irisado abanico, paseaba entre las magnolias y las astromelias. Los cisnes se desplazaban en parejas por el lago entrelazando sus cuellos formando un corazón en los momentos de mas elevada inspiración, sorteando con éxito los nenúfares y las ranas croadoras.

Berenice-Verónica, Marquesa de Tráquea-Verada, la difunta madre de Shylviah siempre detestó ese jardín. Si la marquesa desconfiaba por sistema de todo lo natural, recelaba más aún de lo natural planificado. Las insípidas rosas de te y las glicinias colocadas como por azar, la ponían enferma. Prefería la dama los setos a la maniere versallesque, sinceramente artificiosos, formando hermosos arabescos simétricos de infinita perspectiva y sobria majestuosidad. En fin, resumiendo, y por no aburrir al distinguido lector: una despejada visión de todo y todos nunca perturbada por alguna conífera controladamente fuera de lugar.

En el laberinto de seto de la mansión paterna es donde fue más feliz en su procelosa juventud. Cuando conseguía llegar al centro, una plataforma le permitía, encaramada a ella, observarlo por completo. Era allí en aquel espacio cuadriculado donde ¡Oh misterios de la psique femenina!. La casta joven podía abandonarse a esas ensoñaciones tan típicas de la adolescencia donde el corazón provee de tan tiernas mieles….
(Continuará)

Nota 1
B. Bilvainas señala un anacronismo en la descripción, quizá por algún error en la documentación de la escritora. El Jardín Inglés carece de pavos, si bien se permite algún perrillo de aguas (con correa).
V. T. Enjundias sugiere que la presencia de los pavos obedece exclusivamente a un capricho de la Marquesa de Volandas
.
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lunes, diciembre 04, 2006

La Pasión de Shylviah . Capítulo 2.

Shylvia eligió un kimono de creppe satin azul cobalto que competía con el brillo de su abundante y pelirroja cabellera de bucles tan elásticos y brillantes, que desde niña le habían valido el cariñoso sobrenombre de Little White Cherry Ginger (“pelirrojita”). (Nota a pie de página 1)

Una suave llamada en la puerta precedió a el Ama Remigia con la bandeja del desayuno. Con amoroso afecto esponjó los almohadones de plumón de ganso. Su pelo ceniciento ( el de Remigia) y sus manos sarmentosas le reiteraban día a día su abnegada dedicación.


Húerfana desde los tres años (Shylviah), la anciana Remigia era todo el cariño que aquella pobre niña rica había recibido del mundo siempre amenazando poseer su pureza y su fortuna. En general la bella era generosa en la entrega de la primera y tacaña en la de la segunda, con lo cual la cosa no era tan, tan grave.

Su padre, el Conde Mauricio del Atisbo había pasado a mejor vida jugando al golf por una inesperada subida de potasio. Gracias a Dios, coincidió con un inspirado y postrero swing. Por fortuna el Conde era magro y el cady pudo trasportarle de vuelta a la mansión en el carrito de los palos sin grandes dificultades.

Su madre, gran beldad y compradora compulsiva en terapia, superó la compra compulsiva, pero se hizo adicta a las terapias en las que gastó toda su fortuna cómodamente tumbada en un diván. Dicha circunstancia sumada al hondo pesar tras la muerte de su esposo, la sumió en un estado, que como poco podríamos definir de raro. En cualquier caso, murió de pena un año después víctima de una clorosis mal curada que hizo cruel mella en su organismo minado por la tisis. Sus últimos esputos con sangre los vertió en el diván de su psicoanalista.El Psiquiatra no fue capaz de darle ninguna interpretación a tal hecho.

Pero volvamos, distinguidos lectores a la alcoba de la bella......(Nota pie de página 2 ) (Continuara...)


Nota a pie de página 1.
P. Padocia opina que la utilización de este nombre puede tratarse de un guiño biográfico, lo que convertiría la novela en roman a cleff, que suena muy bien. P. C. Belly disiente teniendo en cuenta que la novela es de por si biográfica y no necesita de guiños de tal índole para ser roman a cleff. Es de por sí una roman a cleff, pero rosa.
Frente a tanta presión, el consejo editorial se tira de los pelos. No se van a poner a modificar el posicionamiento del producto (el libro) por el capricho de un ratón de biblioteca. Cushion se encoge de hombros. Endestras del Cobal cree haber encontrado referencias masónicas.

Nota 2. No se interprete esto literalmente. (N . del traductor) .
La ilustración que he tenido que enlazar a Flicker porque Mr. Blogger no me ha dejado publicar, está dedicada a El Chicharrero terrible, que en post anterior detecta con agudo sentido de la observación, que la bella es manca y así lo expresa en comentario. Saludos para todos, Marga.


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viernes, diciembre 01, 2006

Aviso



Aviso
Queridísimos lectores,

Estoy agotada. Estos días estoy trabajando un montón en muchos campos y necesito reponer fuerzas. Seguramente me iré unos días (no es una de mis bromas) a recuperar el aliento. Intentaré postear un día si un día no.

Os dejo un retrato de Shylviah. Como es tan narcisista, ha insistido tanto, que no me ha quedado opción.
Os avanzo, que en la próxima entrega observareis que, como Belinda Cushion ya ha demostrado que sabe escribir como en el siglo diecinueve, en lo sucesivo se ha comprometido a quitar un 10% de adjetivos por línea. También la he sugerido, con mucha suavidad, que tanta frase subordinada está un poco demodé. De todas formas, si no se enmienda, el Dr. Apocalipsis nos va a dar unas pautas de respiración para no ahogarnos al llegar al último párrafo.
Ay queridos , que duro es luchar con los egos de todo el mundo.

Un beso enorme.
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miércoles, noviembre 29, 2006

La Pasión de Shylvia. Capitulo 1.



Novela Rosa por entregas de Belinda Cushion.
Traducción de Epidistras Ortiz de Kooning.
Basado en una historia real, real.


Shylviah, Marquesa de Volandas y Palo Alto y Master MDA en Política de precio, se desperezó entre sus perfumadas sábanas de raso.
El recuerdo de aquella noche de pasión produjo un estremecimiento en su joven y turgente cuerpo. Aún podía sentir el almíbar de los carnosos labios de Armando, la huella de sus dedos ávidos, que, aún manicurados semanalmente, le proveían tales delicias, que su rememoración la trasportaba al más completo éxtasis carnal y lúbrico desvarío. Por desgracia, ya no estaba.Tuvo que abandonar tanto el éxtasis, como el desvarío, como el lecho antes del alba, para coger la Terminal 4 de pura chamba. Pero no sin haber dejado antes un tierno beso en la despejada frente de la joven y algunos cabellos en la almohada.

Shylviah pensó el cuadro de Santa Teresa que colgaba sobre la cama de sus amados padres. Desde que era una criatura tierna e impresionable, sentía una malsana atracción por aquella obra excelsa. (1) Ver nota a pie de pág.
Si bien era cierto que el ceño ciertamente poblado de la Santa era severo, y la negra toca daba miedo, ¡cuanta pasión destilaban aquellos ojos girados sobre sus órbitas, cuanto frenesí prometían los labios entreabiertos,un poco húmedos, ….¡. Pero alejó por un momento las ensoñaciones místico lúbricas de su linda cabecita. Le sonaban las tripas.

El día, tan azul como las pupilas de nuestra heroína era maravilloso. Se dirigió al vestidor con paso elástico de gacela exótica, indolente, gentil con su salto de cama de La perla. Su tersa piel bronceada de suave seda, su cuerpo de altaneros, erectos, y turgentes senos frente al espejo veneciano de hermosos y labrados perfiles, siguió pareciéndole fantástico a pesar que ya se acercaba a los veinte .
Los tacones de los escarpines de fino damasco resaltaban la redondez de las dos nalgas. Decidió disfrutar un poco mas de tiempo a solas de la visión y regodeo de su poderío carnal antes de ponerlo disposición de los hombres de clase media- alta y alta, que invariablemente caían subyugados por sus innumerables atractivos. Ver nota a pie de página (2). Pero antes….(Continuará).

(1) Nota del traductor: El psiquiatra Críspulo Mandinga duda que fuera el cuadro de Santa Teresa el estuviera sobre la cama de los padres. La evolución psicológica de la joven se corresponde más con el perfil Psicológico de alguien que ha estado mirando constantemente cuadros de Alma Tadena. El Dr. Apocalipsis disiente del disidente anterior pero de momento no se pronuncia.

(2) Algunos investigadores sostienen que Shylviah poseía tan solo dos atractivos reconociendosele sin embargo las innumerables posibilidades que le sacaba a ambos.
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viernes, noviembre 24, 2006

Brujitas

Aviso: A partir de la semana que viene, y si el tiempo no lo impide, me dejo de temas geriátricos para hacer literatura de verdad.Prepararos para cuerpos prietos en la veintena, amplias espaldas, poderosos bustos y romance: La pasión de Shylvia. Barbara Cartland, a mi lado, una aprendiz. Seguramente incluiré algo de hípica épica. Avisados quedais, Dios nos asista. Leer más...

jueves, noviembre 23, 2006

Gracias Florecilla

Anoche me encontré con una conocida de toda la vida.

Estaba junto a un cajero, con su perro. La osteoporosis le ha dejado un cuerpo menudito de brazos desmesuradamente largos. Llevaba una boina ladeada adornada con un broche que le daba un aire a lo a Louise Brooks septuagenaria de lo más chic. Me pilló echándole un vistazo a sus zapatillas deportivas de un dorado mate, yo creo que de Prada, pero hubiera tenido que guiñar mucho el ojo para confirmar. Una chulada. Se alzo un poco la pernera de lustrosísimo tweed del pantalón para facilitar mi avistamiento.
-Un caprichito, pero son comodísimas hija. Comodísimas.
Isabel es una señora que desciende de tres generaciones de mujeres que siempre encuentran algo agradable que decirte. La última vez que ví a su madre, con 98 años y ya enferma de alzheimer se interesó por mi inexistente hermano “el que vive en Tokio” para reiterarme ,acto seguido, el mismo piropo con el que lleva apuntalando mi autoestima desde la década de los setenta “pero mira que es elegante esta niña-joven-señora”.
Su hija es igual. Sus charlas a pie de portal jamás incluyen la meteorología ni la artrosis. Sin embargo, la noté algo distraída mientras alababa mi nuevo corte de pelo, como habla uno mientras piensa o hace otra cosa, un poco despacio. Intentaba quitar el papel de una pegatina del tamaño de una tarjeta de visita.
Al parecer, la entidad bancaria frente a la que nos piropeabamos hizo un recortecito de plantilla prejubilando a un montón de gente en plena posesión de sus facultades, entre ellos su hijo. La anciana está haciendo su propia guerrilla urbana pegando pasquines que informan de la situación por las entidades bancarias de los Jerónimos y zonas aledañas. Me enseñó una de las pegatinas. Con impecable caligrafía describía la situación laboral con un breve texto escrito en rima asonante.
- Aprovecho cada vez que saco al perrito para pegarlas. Tan solo duran unas horas, se quitan con facilidad. Mañana ya no están.

- Te están grabando lo sabes ¿No?, le dije apuntando a la omnipresente camarita.

Se encogió de hombros, me dio un beso y continuo su periplo calle arriba. Me quedé mirándola mientras caminaba. La ví detenerse en otro banco más arriba. Hablaba con una pareja de jóvenes mientras pegaba otra pegatina.
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martes, noviembre 21, 2006

Ausencias

Tengo una pareja de amigos suecos empeñados en buscarme novio. Han perpetrado todo tipo chanchullos para que lo que no une el destino lo reuna un smosgarbord como Dios manda.
Ese tipo de citas nunca salen bien .Me siento como una chuleta de cordero en el mostrador oscilando entre poner carita de que no se de que va la cosa, o lo que es peor, mostrarme con una especie de condescendencia muy classy. Soy orgullosa.

Hace un par de días me organizaron uno de estos encuentros.
Mis amigos son ese tipo de gente que todavía mantienen tras el sofá del cuarto de estar telones hindues tipo cachemira, vinilos amontonados en cestas de mimbre y teles triponas que tienen que desvirtuar la realidad, fijo. Quizá sea por eso por lo que en ocasiones, parecen un poco fuera del mundo, como si estuvieran algo desconcertados o mareados. De verdad creo que es el efecto del contacto continuado con los mandalas hindues. Por mucho que Jung dijera que eran extraordinarios para la salud Psíquica y la introspección en general.

Pero es gente fina, no nos engañemos. De paso, como el que no quiere la cosa, ponen sobre un mantel deshilachado cubiertos de plata labrada y copas de cristal descabaladas. pero bohemias, en el sentido más caro del término. En fin, todo ese estilo un poco inclasificable que solo sabe desplegar la gente bien con la autoconciencia de clase de ida y vuelta.
Son un poco familia Trapp, pero sin sombrero tirolés. El hijo es un prodigio del clarinete, tan encantador, que ni siquiera se pone feo al forrar la boquilla con los labios, que hasta los mas avezados se ponen espantosos, como peces globo sonoros. El infante respeta todas las respiraciones y consigue que la pieza tenga una profundidad tan admirable en su sencillez. que resulta increíble que tenga siete años. En ocasiones, el pater familias toca el violín y la madre canta en plan mezzo. No lo hacen muy bien, pero la belleza y armonía del tríptico bergmaniano canoro frente al atril y sus miradas de complicidad, me ponen verde de envidia. Yo mientras tanto pateo el kilim al compás o engullo disimuladamente alguna pasa.

Ayer me tenían preparado un amiguito. Me recibió con un whisky en mano y dos besos al aire. Tenía una barba de esas suaves y blanditas que me dan mucha grima. Mis dos nórdicos al fondo bien pegaditos y cuchicheantes con su delantalito a juego y observando la escena.

Encontré al tipo algo seco, serio, monosilábico. Sin embargo, pasó algo inesperado. Tengo que decir que no me hizo demasiado caso, no me miro escote, ni piernas, ni nada. Excepto cuando empecé a hablar de Irving Penn, con motivo de una reproducción que tenían enmarcada. He aquí que el barbudo deja el tenedor y aunque siguió mostrando un total desinterés por mi anatomía comenzó a observarme con expresión beatífica y arrobada, sin pestañear. Fueron unos tres minutos de verdadero éxtasis oratorio. En un momento determinado, parpadeó, siguió comiendo, y volvió a su posición inicial de educado desapego rozando el desinterés total.
Lena y yo, nos fuimos a la cocina para poder cotorrear a gusto con el ruido del grifo de fondo.
- ¿Te has fijado como me mira, Lena?
- Las ausencias, querida. Me contesta sacando brillo a un vaso.
- Las ausencias….
- El, no lo sabe, pero desde joven padece una versión levísima de epilepsia que le deja ausente unos segundos. Sus padres no le dijeron nada cuando se lo diagnosticaron y ahora nadie se atreve, no le ha dado problemas e incluso le da un aire tan interesante tan, no se, nihilistamente sexy …¿no te parece?.

Yo ya no digo nada.
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domingo, noviembre 19, 2006

Angeles

.
Mi tía Angeles quería ser operada de cataratas por su oftalmólogo y amigo de toda la vida.
Avisada por mi prima del estado de supermovilidad parkinsoniana de la mano del oficiante, ya septuagenario, se despachó con un rotundo: "aunque me deje ciega "y siguió tomándose su tecito tan ricamente.
Mi tía es mujer de grandes fidelidades que en más de una ocasión la han puesto al borde de la tumba. Este verano ingirió sin pestañear un flan de huevo y una tortilla que había estado expuesta al sol agostí y al asedio de las moscas de un patio toledano durante más de 12 horas. Tan solo se recompuso un poco el peinado pensando quizá en dejar una imagen lo más pulcra posible antes de engullir aquel festival de salmonella. "Es mi tata, ella hizo otras cosas por mí"- sentenció tenedor en mano a mi oido Aunque la fámula mas bien le había aligerado notablemente joyero y guardarropa. Pero mi tía hace que no se da cuenta.

Estos días Angeles recibe la visita de su hermana Carmen que desde hace cuarenta años vive en Nueva York. Creyendo que vivimos en el tercer mundo, cada año la trae un buen montón de revistas como para ponerla al día de diferentes aspectos del american way of life a todo color: de lo bien que se vive en América, que tienen lavadoras, comen cereales , llevan las gorras hacia atrás y esas cosas.
Preocupada por la actualización del atuendo de mi tía, porta maletas repletas de jerseys refulgentes de lentejuelas, y pantalones de tergal malva que despliega sobre la cama de Angeles que, como puede intenta compatibilizar semejantes delirios textiles con sus deliciosas faldas de franela que quedan totalmente desconcertadas en su armario.

Cada navidad mi tia sufre reformateados de su impecable maquillaje cuyos parpados se llenan de polvos azules espesisimos que Carmen aplica con diligencia .Nos la deja trasvestida en una especie de Cleopatra sin Richard Burton. Toda la casa es un despliegue de cajitas nacaradas, perfumes narcotizantes, borlas y apliques para el pelo en forma de espesos rodetes color caoba y moños de quita y pon.
Cada noviembre esta visita altera la tranquila existencia mi tía que transcurre entre pasear a su perrito y merendar tortitas con nata con sus amigas. Con la intención de que Ángeles no cocine y de paso hacerle sentir el poderío del dólar, Carmen provee de viandas a mi sufrida tía que apenas se atreve a salir del cuarto de estar.
La vuelta del Corte Ingles de Carmen es épica: dos bolsas estallantes de robustos habitantes del fondo del mar que sacuden sus colas y abren y cierran sus pinzas en un ultimo intento de vida ultramarina. Bogavantes, centollos, almejas, cigalas que dan sus ultimas bocanadas sobre la mesa ante el horror de mi Angeles a la que deja el papel de ejecutora del sacrificio.
Son cuarenta y cinco dias de vida marina donde no cabe ni un mal plato de lentejas y el acido úrico inicia sus propias marejadas con gran peligro para la integridad física de las ancianas. Cuando la visitamos nos da de estraperlo puñados de almejas, alguna cigala el corredor de la muerte, y algun centollo descuartizado, aprovechando algún descuido de Carmen.
Afortunadamente se va despues de las navidades dejando un rastro a perfume de violetas de Avon y algun Reader Digest olvidado.
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sábado, noviembre 11, 2006

Agujas

Desde el interior del mostrador: el mostrador del profe.
Dedicado al Sr. D.

P. es un amigo cuarentón de vigorosa neurona e impecable packaging.
Para pagarse la carrera en el conservatorio de Londres, tuvo que trabajar como obrero circulando a lo largo de una estrecha pasarela entre un edificio y otro, con nada más que el vacío debajo. En una ocasión fue testigo de un accidente. Un compañero tenía el cráneo abierto como consecuencia de una brutal caída. Con gran presencia de ánimo llevó al herido a un sanatorio. Le salvó la vida.

Tan solo una cosa oscurece su curriculum de aguerrido guerrero: las agujas. Su sola mención le provoca vértigos y taquicardias, sobre todo si se plantea la posibilidad de que dicha aguja tenga que entrar en su poderoso biceps.
Esta circunstancia provoca que cada vez que le tengan que poner una inyección o extraer sangre se sienta como si le extrajeran también la vida. El hecho de ser mozo hermoso facilita la cosa. Siempre encontramos enfermeras dispuestas a recostarle en una camilla y sujetarle la manita mientras le aguijonean. Después viene la reanimación, porque el hombretón se nos queda desmadejado, blanco como el papel. Le damos entonces un poco de agua como si acabara de volver de la guerra, hasta que se recupera y nos enseña un poquito la dentadura.

P. trabaja como profesor de piano y solfeo en un conservatorio, donde con notable humor se enfrenta a diario con las veleidades musicales de nuestros niños y adolescentes. Como consecuencia de estar más de seis horas seguidas escribiendo fusas y semifusas en la pizarra, tiene una lesión leve en un hombro. P. tiene dos alumnas japonesas, madre e hija, de gran potencial canoro. Ambas muestran un considerable aprecio y respeto hacia nuestro héroe que contrasta con la apatía general.

Enterada la madre de su problema con el hombro, se ha ofrecido a hacerle unas sesiones de acupuntura. En dicha sesión participaría también la hija, en virtud de ayudante, para ir practicando. El enseñante se ha librado por los pelos. La mera visualización de la señora estoqueando su hombro cual toro de lidia, le produce pesadillas y lleva unos días bastante trastornado.

Al parecer la dama porta una suerte de maletilla alargada color granate que tiene toda la pinta de ser el contenedor de los estoques. Cada vez que mi P. imparte su clase, la visión de la maletilla asomando bajo el asiento le produce tal desazón y fantasioso desvarío que está a punto de pedir la baja.

Ayer la señora le ha vuelto a ofrecer sus servicios. A mi P. se le atragantan los ritmos y le tiemblan las manos cuando acompaña sus cánticos al piano.
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sábado, noviembre 04, 2006

Saturna

Trabajar como recepcionista de un Centro de Salud permite manejar dos variables muy cotizadas : espacio y tiempo.

Como el espacio lleva bata y fonendo y está fijado de antemano, la única potestad de la trabajadora es la distribución del tiempo de dicho espacio entre los afiliados. Sin embargo, el desempeño profesional de mi Cronos particular está marcado por un atroz determinismo. Cada vez que levanta la mirada, la misma petición: una hora. Y la demanda siempre enmarcada por un principio y fin idénticos con el regustillo de un deja vu de sesión continua.

Frente a tanta frustración, viendo pasar el tiempo administrándolo, y al constatar que lo que espera se cumple siempre, mi Saturna sabe como humillar al afiliado defendiendo sus dominios sin tener que zamparse a sus propios hijos. Así, de paso, le pone un poco de chispa y giro argumental a tanto destino prefijado.

Y lo hace de forma que el paciente no encuentre nada a lo que asirse para presentar una reclamación de agárrate y no te menees.

No sale de su boca una palabra más alta que la otra, no hay negativas ni negligencias. Es una especie de Jack el Destripador que no dejara sangre, ni vísceras, ni tan siquiera cadáver.

Refinada discípula de Sade, sabe como dejar en el aire una mano que sujeta una tarjeta caducada, mirar con repugnancia un antebrazo excesivamente avanzado, retrasar la aparición del monosílabo que confirma una petición, alzar voz y comisuras mientras solicita una prueba del sida, plantar sobre el mostrador, con la contundencia de un cubata, el frasco de heces de una impecable ancianita.

Si todo es previsible, si Dios, los genes, la sociedad o mi directo superior hacen que una acción vaya seguida siempre de una consecuencia esperable, mi recepcionista pondrá una zancadilla al destino para evitarlo.

La cosa no deja de carecer de mérito, mi Saturna frente a Hobbes, Skinner y Newton.
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viernes, noviembre 03, 2006

Fumadores

Me cuenta un amigo que en su colegio, allá por los sesenta, los profesores castigaban a los niños díscolos a salir al balcón.
El mozalbete que era visto por los viandantes en aquella ubicación un numero determinado de veces, se labraba una reputación de incorregible indeleble sin tener que recurrir a orejas de burro ni a palmetazos en los nudillos. La visibilidad no era, por aquel entonces, deseable.

Gracias a la ley antitabaco el interior de la empresa se ha hecho visible como quien le da la vuelta a un calcetín. En Pompeya, la lava del Vesubio petrificó a cada uno en lo que hacía en ese momento, dormir, comer, amar. La urgencia nicotínica congela en una misma pose al carnicero con entresijos aún colgando del delantal y al ejecutivo con el índice Nikei pendiendo del lóbulo. Fuman de perfil, silenciosos, con un ojo mirando al zapato y el otro ya puesto en la pantalla del ordenador o en la olla. Y siempre dentro de un círculo de colillas.
Cuantos secretos desvelados. El elegante maitre que me recibe en el restaurante hace horas extras como pinche durante la mañana. La doctora que me anima a que deje la bollería industrial se marca un cigarrazo apoyada en la farola con el fonendo por corbata.
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miércoles, noviembre 01, 2006

Cesped, vigas, labios.


Antonioni hizo pintar de verde el césped que aparecía en la secuencia de una de sus películas en tiempos previos al Paint box.
He observado también que las vigas de algunas casas rústicas presentan una capa de esmalte sintético color chocolate para que la madera parezca más madera ocultando la madera. En China, y como agasajo a alguna visita cuyo nombre no recuerdo, se impostaron algunas zonas tropicales sobre el asfalto vía brocha.

Mientras coloreo mis mucosas para que mis labios sean aún más labios constato que
intelectuales, gente de vida sencilla, comunistas y vanidosas tienen cosas en común.

Lo que no se es si la intención y el resultado son los mismos.
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martes, octubre 31, 2006

Burbujas

Cada cual tiene su burbuja, ese espacio circundante que, al ser franqueado, nos hace sentir la desagradable sensación de que el otro empieza a formar parte del ADN de uno. Dicen que los latinos tenemos una burbuja pequeña, que nos gusta la proximidad del prójimo. Mucho me temo que la mía la diseñó un austríaco.


Me encontré ayer con una conocida. La encanta describir lo que va a hacer ese día, semana o mes para comer. El único problema es su termómetro de interés donde el mercurio es ella misma desplazándose en la horizontal hacia el oyente. O sea yo.
Nuestras charlas siempre comienzan a una distancia neutra, pero, a medida que la cosa se caldea, su interés por lo que se dice, o más bien, por lo que ella misma dice, se evidencia por una gradual aproximación a mi mismidad.

El mundo de la elipsis la es ajeno: necesita contarlo todo para contar algo. Cuando me relata los canelones, como consecuencia de no escatimar ni un ingrediente, y de la consecuente aproximación de un centímetro por cada uno de ellos, al acabar de relatarme la cocción pude ver con claridad cada poro de su piel. Cuando llegamos a la salsa ya bizqueaba intentando mantener contacto visual, y en el postre prácticamente nos estábamos besando.

Ayer conseguí salvar mi columna vertebral del furibundo roce del autobús de pura chamba. Su descripción del cocido madrileño versión 1890, me tenía ya contra las cuerdas. Si no fuera por la valla protectora habríamos cruzado la calle.

Como no me apetecía mucho morirme ayer, me situé perpendicularmente a dicha valla. Es aquí donde, a salvo de su acercamiento, comienza la danza. Ella daba un paso hacia mi para contarme la bechamel y yo daba otro hacia atrás en una especie de tango arrastrado que nos condujo casi al lugar donde tenía que hacer mis recaditos.

Y además llegué bailando.
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lunes, octubre 30, 2006

Conclusiones

Queridos lectores,
el doctor Ángel Apocalipsis después de dedicar 45 años al estudio entre la relación del seno y la trayectoria profesional y teniendo en cuenta el pudor evidenciado por las visitantes de este blog poco dispuestas a dar pistas sobre su morfología senil, ha decidido variar la orientación de su investigación.

El doctor, consciente del cuantioso incremento de visitantes durante estas jornadas seniles ha decidido darle una dimensión científica al dicho “Tiran más dos t… que dos carretas” e investigar la verdadera capacidad de tracción del seno femenino.
El Instituto de Estudios de Medios y Soportes ya ha evidenciado su interés por los resultados de dicha investigación.

Yo, por mi parte, agradezco a la marca Pechines la inserción de su publicidad en Cajón Desastre.
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sábado, octubre 28, 2006

Test de senos



Estimados lectores,
a rebufo del post anterior, el Dr. Ángel Apocalipsis, en un alarde de generosidad científica se ha ofrecido a publicar en Cajón Desastre, y en primicia mundial, las conclusiones de una interesantísima investigación en la que lleva trabajando más de 45 años.


Se trata de una ecuación que permite hallar la relación entre la morfología del seno y la trayectoria profesional a través de un complicado sistema de cálculo, basado en los ángulos y parábolas descritos por la mama.

El doctor nos ruega encarecidamente que utilicemos estos conocimientos con cautela. En manos mal intencionadas sus consecuencias podrían ser nefastas.

Las mujeres interesadas en saber los resultados no tienen más que dejar un comentario con el número de seno que muestra más coincidencias con el propio. Al ser tema delicado, la identidad de la consultante puede ocultarse tras pseudónimo.

El Doctor Apocalipsis publicará los resultados en cuanto los acabe de traducir del alemán.
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jueves, octubre 26, 2006

Tetaloj



Veo un anuncio en una marquesina en el que se muestra un pecho, vulgo teta. Es un seno cósmico, no sólo por sus dimensiones, sino porque podemos escudriñar su interior con unos claroscuros que recuerdan las fotos tomadas por los satélites.



El cartel está plantado en medio de Preciados, con el pezón apuntando a Zara. Como fondo, el reloj de la Puerta del Sol. Muy apropiado, pues es un anuncio sobre el tiempo. El que nos queda.
Nos recuerdan que si tenemos entre 40 y 50 años debemos hacernos una mamografía y “verás la vida que te queda”.

Que miedo. Yo como mucho he acudido a una cartomante para saber el kilometraje de mi ajetreada línea de la vida. Pero ignoraba que nos pudieran dar el saldo vía glándula. Ni que hubiera señoras interesadas en saberlo.

A esta teta le debe quedar aún mucha vida, porque todo apunta a que el modo de calcular sea el tamaño.
Y vive Dios que esta es grande.

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lunes, octubre 23, 2006

La mujer de hoy


Echo un vistazo a una revista de moda que avanza el pret a porter invernal. Un diseñador embutido en un traje de corsario, cuello de camisa Mortadelo y abanico, dice crear para la mujer actual. Otro modisto italiano de blanca sonrisa y negra camiseta afirma algo similar.

Los gurús de la moda diseñan para mujeres de hoy, que trabajan etc.

La pregunta que me hago es: estas mujeres de hoy curran claro, pero ¿donde?.

Desde luego algunas de ellas reflotan empresas en Alaska, pues no tienen inconveniente en coger el metro con un gorro de cosaco. Otras quizá firmen contratos en el trópico, o en entornos de calefacción escasamente respetuosos con el environment. Un top transparente de tirantes así sólo es explicable por encima de los 40 grados.

Observo después las fotografías en las cuales las bellas van y vuelven por un fino pasillo con un pie delante de otro, como en la cuerda floja. A la izquierda de la pasarela, leones deseosos de apresar un trozo de carne y tules, cámara en mano. A la derecha leonas deseosas de apresar un trozo de belleza circulante comprando el vestido.

Pues si, va a ser verdad por la pasarela circula la mujer de hoy.
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viernes, octubre 20, 2006

Inseguridad (de la) ciudadana. Escenas Granvienses. Volumen X.


Camino por la Gran Vía. Es de noche y ya muy tarde, aprieto el paso. Sobrevalorando lo codiciable de mis elementos ornamentales, giro mi anillo de forma que la piedra quede en el interior de la mano.

Al tomar una esquina me topo con un barbudo enarbolando un palo. Me llevo las manos a la cabeza. Por mi mente pasa no sólo mi vida, sino la hipoteca y una rememoración del estado de mi depilación por si me tienen que llevar a urgencias. Combinando el flashback con una notable capacidad de desplazamiento, me planto en dos zancadas al otro lado de la calle.
Contemplo la escena en plano general. Es un mendigo, con un largo gabán oscuro anudado con una cuerda. Inclinado, asoma el perfil por la esquina apoyando el palo sobre el suelo. Espera agazapado hasta que otro mendigo está a su altura. Quiero avisarle, pero una vez pasada la situación de supervivencia, mi superego vuelve a tomar las riendas, y me impide gritar.
Cuando el indigente llega a la esquina, el del palo salta como un batracio. Se planta frente al otro que finge sobresaltarse poniendo las palmas a la altura del rostro, como una damisela de cine mudo. El otro suelta el palo y reproduce su gesto como un espejo. Comienzan a reír a carcajadas, se insultan, se cogen de los antebrazos , giran, se golpean, canturrean.
Los dejo rodando abrazados calle abajo.
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miércoles, octubre 18, 2006

Tarde de cine


Estoy con mis sobrinos, entre los dos no suman siete años. Vienen de casa de su abuela paterna, con su madre. El plan es ir los tres al cine y dormir en mi casa. Mi hermana me entrega una mochila con ropa y subimos rápidos las escaleras, pues vamos justos de tiempo.

Al entregar las entradas en la puerta, mi sobrino me dice con una vocalización que para sí quisiera Placido Domingo:

-Tía, hoy no tenemos que comprar palomitas.

Los ojos del señor se abren de par en par. Aprieto la mano del infante con saña mientras sonrío. Demasiado tarde.

-¿ Me permite la bolsa?.
- Pijamas y mudas de niño.
-Tita, insiste el niño tirándome de la manga, hoy no tenemos que comprar pa…

Como un tocólogo que tanteara un bombo de embarazada, el empleado pasa la mano por la superficie. Algo cruje.

- Ábrala ,por favor.

Se acerca un individuo trajeado y un guardia para supervisar la operación. Como un coro griego, repiten cada frase del recolector de tickets.Estamos rodeados de gente que me mira como a Ma Baker.

El guardia toma el papel protagonista. Abre la mochila. En primer término, primorosamente dobladas, unas bragas, de blonda. De los ochenta como poco. Las dejé en casa de mi hermana la última vez que dormí allí. Lo peor no es que sean bragas, sino que son horribles. Aparta el culotte con dos deditos, bajo la ropa, una bolsa de palomitas. Enorme.

-Lo siento, dice chasqueando la lengua- pero nos las tenemos que quedar. No olvide pedírmelas a la salida.

En vano intento ablandarle. Nos conducen a un cuartucho. El guardia escribe mi nombre con un rotulador gordo sobre la bolsa de palomitas. Despacio, letra por letra, las nueve. Los niños siguen cada circunvolución con la boca abierta. Aprenden a escribir mi nombre y a saber que su tía se queda sin poderes frente a un tipo de uniforme con pasamanería. Me miran después como dos huerfanitos de Oliver Twist, sujetándome la mano sin fuerza. El aduanero sopla para que se seque bien la tinta.

Mudos entramos en la sala ya a oscuras, y mudos nos comemos los puños en vez de las palomitas de la abuela.

A la salida, recogemos el alijo decomisado junto a algunos expoliados más. El señor de delante acaba de recuperar su hamburguesa.

El guardia mira a ambos lados y musita:

-Lo siento mucho. Tenía a él encargado detrás.

Creo que he dejado de ser la heroína de mis sobrinos. Intentaré volver a ganármelos con la videoconsola.


¿Algún ángel de la blogosfera podría indicarme que tengo que hacer para que no se muestre la entrada entera, sino solo un trocito y la indicación "pinche aquí para ver la entrada entera".? Muchas gracias.
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domingo, octubre 15, 2006

Maletas



Me voy de viaje. Mi maleta no sobrevivió a su última experiencia aeroportuaria y vomitó su contenido camino a casa. Con mi ropa exhaló también su último suspiro. Quedo boquiabierta la pobre, como admirada de todo lo que había visto. No hubo forma de volver a cerrar la cremallera.

Entro en una tienda. Me paseo entre bolsos y maletas. Al fondo un dependiente en posición de descanso. Cuando doy la vuelta a una etiqueta debo activar algún mecanismo en su cerebro, pues se acerca.

-¿La podemos ayudar, señora?.

El plural de modestia, tan habitual en los ensayistas antiguos y en los dependientes modernos siempre me inquieta. Me parece que me habla Gen Gis Kan o Enrique VIII.

Le digo lo que busco, una maleta pequeña que no necesite facturar.

-Mire, ésta es muy resistente- afirma presentándomela de tú a tú, como a un amigo. Además le regalamos ocho bolsitas de vinilo, muy prácticas, para guardar zapatos, medias…

Sensible a mi indiferencia frente a los argumentos de venta racionales, percibe mi total ausencia de interés por la maleta y sus ocho hijos. Medita una fracción de segundo. Como si hubiera descubierto la pólvora y me lleva raudo al otro extremo sujetándome por la bocamanga.

-Mire, señora, que belleza… ligerísima, infinita, eterna, de vinilo.

Aunque le noto algo obsesionado con el vinilo en todas sus formas, la poética vendedora está alcanzando cotas garcilasianas.

Desde luego, comprar algo ligero infinito y eterno y además de vinilo, es tentador.

Mi monedero dice no pero mi corazón asiente y asiente rendido ante esta retórica Samsonite.
Narcotizada de lirismo, doy mi ok. El dependiente, consciente de que los paréntesis que se abren siempre hay cerrarlos, sentencia entornando los ojitos y alzando dedo gordo:

-Estupenda elección, mi amor.

Disimulando mi estupor asiento como indiferente al vertiginoso giro en transacción amorosa de la transacción comercial.

-Espéreme si quiere en la caja que ahora le llevo la maleta, mi niña.

Citas en la caja, paidofilia… cuantas emociones por tan poco dinero. Con todo agradezco que las palabras de amor sean postcoitum consumidor y no un mero previo donjuanesco.

El vendedor me observa callado por primera vez.

-No le ofende, no la he ofendido…¿Verdad, señora?.

Me hago de nuevas. Hago como que no caigo y después digo un no, dilatado como un útero de quintillizos.

-Es que una cliente dio una queja. Tenía lo menos cincuenta años…afirma meditabundo.

Se detiene al detectar la señal de alarma gorgónica en mis ojos cada vez más cercanos a esa edad.

-Bueno, preciosa, era preciosa, también preciosa, como usted- remata algo chapucero. Presentó una reclamación. Nosotros hablamos así. No la ofendí, ¿verdad?…

Es aquí cuando desempolvo el penoso discurso del uy- yo- tengo- muchos –amigos- sudamericanos- no- se- preocupe- se- que- ustedes –hablan- así. Me siento original como una conversación sobre el tiempo en un ascensor.

Parece más tranquilo. Nos despedimos. Me lleva la maleta a la caja, pago y me voy. Casi parecía que había ligado, vaya por Dios. Otra vez será. Si es verdad que la maleta es ligera.
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miércoles, octubre 11, 2006

Becarios

Si un buen día desapareciera la silicona de las casas los edificios se desmoronarían como una baraja de naipes. Silicona en las juntas de las ventanas, en las mamparas, en las puertas, sellando hornos, muebles, azulejos, bañeras, inodoros.

La silicona pega el mundo, y sobre todo, impide que huela.

Dicen los que se dedican a estudiar a los creadores que crear es vincular ideas dispares que nunca habían tenido relación. Pues bien, la silicona es el Leonardo da Vinci de nuestro tiempo, el Einstein de nuestra era. La silicona casa maderas con metales, cristales con plásticos, polivinilos con mármoles, cerámicas con yesos. Le sirve igual a Norman Foster que a Paco Méndez.

La silicona mola y si un día desapareciera, los edificios se desmoronarían como una baraja de naipes. La silicona es importante pero, si un buen día desaparecieran los becarios de las empresas se caería el mundo entero.

Becarios haciendo el trabajo de sus superiores por una miseria. Becarios que vuelven a ser contratados en su puesto sin tener ya nada que aprender ni que ganar. El asiento sudado del becario, receptáculo de innumerables culos juveniles. Puesto subastado una y otra vez a la ilusión del recién llegado.

Kundera dice que el coqueteo es una promesa de coito sin garantía, el ser becado es una promesa de curro sin garantía, que casi nunca acaba en cama.
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lunes, octubre 09, 2006

Flores de cafetería



Sintiendo la ineludible llamada de la cafeína, entro en una cafetería de camino a la Redacción.

En la barra, dos chicas negras impresionantes y el entorno testosterónico trastocadísimo. Los oficinistas hablan en voz alta, gesticulan y se ajustan el nudo de la corbata por turnos. Rodean a estas dos gacelas de melena setentera cardada al viento, cintura de avispa, labios de rubí, dientes de perlas, cuello de cisne. Y nuez.
Son dos transexuales emanando estilo y gracia más allá de todos los géneros y por encima y alrededor de los cruasanes y las caracolas. Desayunan en silencio. No llevan, aparte de las melenas, nada extravagante. Se diría que se han puesto de acuerdo para vestir igual. Vaqueros ceñidos, jersey de pico holgadísimo, a lo Jane Birkin y gafas de mosca. Pero son como vallas publicitarias, tan grandes que hasta lo más sencillo llama mucho la atención.

Las piernas de las divas dan tres vueltas al taburete antes de aterrizar en el suelo sin problemas. Miro mis patitas entaconadas colgando a veinte centímetros del pavimento.
Muerta de envidia y dejando rebotar mis pensamientos en los confines de mi triste uno setenta, pienso que más allá de los conflictos de identidad sexual, debe ser cansado desplegar una escenografía corporal tan inevitablemente aparatosa desde primera hora de la mañana. Apuro el café y dando un saltito desde el taburete inicio la retirada.

Más tranquila.
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viernes, octubre 06, 2006

Intelectualidad a mandíbula batiente


Almuerzo en un Restaurante donde la nada que adorna el entorno ha debido costar una pasta. Y es que decorar al vacío es carísimo. Por eso todos los sitios finos lo hacen.

Estoy con un periodista, compañero de trabajo y un conocido suyo. Es un argentino de madre japonesa y padre belga. De estos maridajes suele salir gente con un atractivo de pasaporte complicado, pero interesante.

Mientras tomamos un vino que elige sin titubear, nos habla de lo divino y de lo humano con un discurso carente de "ces" de propiedades sofronizantes.

Babeante, intento apuntalar mi mentón finamente y destilar con tino mi cosmopolitismo Atrápalo.com.

Nos traen la comida. Sitúan un plato frente a él. En el centro de una fuente cual piscina olímpica yace un chipirón al que parece que le han hecho hasta la manicura. Alrededor del huérfano, una salsa negra en modo grafismo como aplicada por Picasso.

Le mete mano al chipirón, que me da pena los ojitos que tiene. Con unos deditos preciosos le corta un par de tentáculos y los come. El pobre creo que es consciente de que va a quedar con hambre, pues mira el resto del cadáver con una expresión como de perdida.

Mastica y mastica los trocitos sin dejar de hablar. Ese es el problema. Intenta sacarle la sustancia última y primigenia al minicefalópodo y a Houellebecq a la vez.
Observo como las patitas del animalito cada vez mas reducidas migran del carrillo izquierdo al derecho. Hasta que al final traga. La nuez sube y baja desde debajo del cuello de la camisa Ralph Lauren al mentón. Debía estar ya muy seco el bocado, porque le pega un trago más que considerable al vino.
Continúa con la disección. Le corta un trocito al cuerpo. Como tiene mas chicha, su oratoria se enciende e incluso sonríe. Hemos llegado a Paul Auster y es al pronunciar este nombre cuando la tinta del cefalopodo marca Parker como poco, ha colonizado ya no solo dientes y encías, sino que empieza a asomar por las comisuras.
Espero que en su repaso por la literatura anglosajona de pro haga alguna referencia a Amis padre o hijo, pues al juntar los labios en el “mis” quizá se le ocurra pasarse la lengua por ellos.

Decía Andy Warhol que comer y hablar a la vez en un restaurante es algo que sólo saben hacer los ricos. Y yo añado que ni eso….
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jueves, octubre 05, 2006

Vida Zen todo a cien

La vida Zen todo a cien. Volumen 2

La emulación del estilo de vida Zen alcanza sus más altas cotas de charme en la decoración con piedras. Los rincones decorados con cantos rodados, si bien en ocasiones son utilizados como receptáculo de las deposiciones de canes y felinos, transmiten paz y sosiego al espíritu con una más que aceptable relación calidad precio.


Mientras trabajo a la par que caliento mis muslos otoñales con el tupperware informático cual braserillo, busco inspiración allende mis fronteras personales posando la mirada en diferentes elementos de mi entorno. Sobre la mesa una redecilla vacía de las piedras. Debe ser testigo de mis partos literarios lo menos desde hace dos semanas. Colgando de un fleje de nylon una etiqueta con la siguiente leyenda:


Decoratieve stenen
Alleen bestemd voor decoratie


Piedras decorativas
Solo para uso decorativo.


Piedras sólo para uso decorativo. Estos holandeses exportadores conociendo el carácter ibérico siempre presto a la enajenación y la cólera quizá teman que lapidemos a la adultera del quinto con ellas.

Y claro, nos advierten.
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martes, octubre 03, 2006


Canción del Sushi Bar.
Melodía espasmódica.
Hard Rock beat tempo.


Como soy chica moderna
jamás entraré en una taberna.
Si me buscas, me encontrarás
en mi Sushi, Sushi, Sushi Bar.

Sushi Bar es lo que mola
los peces nadan en cintas transportadoras
y desde lejos he de elegir
que pez crudo deglutir.

Coro de notarios:

Sushibar,
los peces nadan en cintas transportadoras
Sushi bar, sushi bar.

Mi colega no decide
y pragmático se inhibe
sus dedos que tocan a Chopin
solo pueden rascarse el magín.


Yo que nunca había pescado,
me fijo en el que tengo al lado,
Sudoroso por coger al vuelo
el takimaki de su anhelo

Coro de pescadores:
No son no, no son salmones
pero contra la corriente van
de este sushi sushi sushi bar



Esto es Zen amigo mío
decisión, acción y brío
porque en la lontananza veo aparecer
el alga verde que he de coger.


Desde lejos calculo si me gustará
pero como soy miope y no esta cerca
hasta que el escualo en trozos no se acerca,
no saldrá por mi mano de su alberca.

Coro de sindicalistas:

El japonés no cocina perdices
pero corta atún en nuestras narices
porque mola trabajar en este sushi sushi sushi bar.



Mientras trato que de mis palillos no se caiga la tempura
echo un ojo a una hoja de verdura.
En un flyer me enseñan como hacer origami
y me pregunto como podré hacer gorritos.
¡Si lo hago, no pillo pescadito!.


Y ¿cuanto costará?
mi amigo pianista la solución no avista.
Estólido en la silla
apoya la mano en la rodilla,
Él, que toca el “El revolucionario”
majara está con tanto acuario.
Incapaz de decidirse
con tanto trajín y poco alpiste.


Al final nos cobraran
según lo que hayamos comido,
por un puntito en el plato
que pasa desapercibido.
Si es rojo un leru cuesta,
si verde cuatro pondré en la cesta.
Al final los colores se suman y no dan otro color
sino una factura y un poco de dolor.

Coro de masajistas:

Ligera tensión

en la repartición.

Ligera tensión

en la repartición.
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viernes, septiembre 29, 2006


Buenos modales

Ejercer mi exquisita urbanidad en los medios de transporte público no es tarea fácil.
Sobre todo en lo que se refiere al espinoso tema de la cesión de asientos. Viajar sentada en bus me obliga a llevar a cabo una acelerada reflexión sobre la debilidad y la fortaleza del prójimo entre parada y parada. Decidir de un vistazo, quien es menos joven o esta más cansado o tullido que yo es ética y ontológicamente agotador. Y más si encima se lleva tacón.
Como un portero de campo de concentración a la inversa, tengo que decidir quien es el más débil de la cola de los que entran. Pero no para enviarle a la cámara de gas, sino a sentarse.
Complicadísimo.

Pica el bonobus una señora. Si yo tuviera sesenta años, saliera tan mona y tan peinadita a merendar con mis amiguetas y alguien me ofrece un asiento, me corto las venas. O sea que nada, trasero bien pegado a mi asiento.

Las embarazadas también tienen su enjundia. En ocasiones no se sabe si nos hallamos en el primer estadio de la gestación o del sobrepeso. El incauto ofrecimiento de la plaza puede ser motivo del desaire y exabrupto de alguna tripona deshabitada.

Los lisiados son una ecuación bien sencilla. Muletas, collarín, bastón igual a asiento. Facilismo, excepto por la inquietante circunstancia de que todos los lisiados se bajan siempre en la próxima parada.

Entra un jubileta. Perfecto candidato. Arrugadito y sonrosado. Tiene por lo menos ochenta años. Huele a colonia Nenuco. Es menudo y apenas llega a la barra sobre su cabeza diseñada por algún ingeniero mastodóntico del primer mundo ajeno a la verdadera altura del ciudadano medio. Se sujeta con ambas manos. Apenas roza la barra con las yemas.
Le ofrezco mi asiento. El viejete se estira y enseñándome una impecable dentadura de pago me dice:

-Señorita, ¿Soy alguno de los tres?.

Ante mi desencaje de mandíbula frente a pregunta tan teológica, el Séneca del 21, se queda colgado de un brazo y casi sin llegar con las puntas de los pies al suelo, y jugándose el coxis, señala con un dedito sacacorchos, un cartel a mi izquierda.

En él podemos ver tres siluetas, a saber:

Una embarazada con un vestido con canesú totalmente out
Un politraumatizado con cabestrillo y muleta
Un anciano con bastón y chepa.

Intento pensar a toda velocidad mientras el conductor deja convertida la montaña rusa del parque de atracciones en un columpio de párvulos. Medito mi respuesta, pisamos terreno resbaladizo.

No ,no, afirmo negando.


Desde luego no es ninguno de los dos primeros, y cualquiera se atreve a sugerir a esta jovial sonrisa con pantalón mil rayas que es el último.
Sacando pecho, satisfecho por la contundencia de su k.o , el púgil dialéctico del Inserso intenta meterse la camisa por el pantalón mientras esta a punto de partirse la crisma con el último trastabilleo del bus.

-Hay que tener humor ¿No le parece Señorita?. Tiene unas pupilas azul marino sin edad.

Asiento con la cabeza mientras constato que había olvidado considerar la galantería y la inmarchitable coquetería en el reparto de asientos.

No me vuelvo a sentar en el autobus. Demasiadas decisiones entre Goya y Princesa.
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miércoles, septiembre 27, 2006


Early in the morning
Primera hora de la mañana. Olor a café, arrullo de periquitos, gato regalón.
Timbrazo y carrerita hacia la puerta. Al preguntar quien es, una voz me responde:

- El agua.

Me visita el agua. Pego la córnea a la mirilla. La lente cóncava muestra una cabezota de mujer de la que cuelgan un cuaderno y una linterna al final de unos bracitos de alambre. El cuarto elemento me sigue hasta el mingitorio sin resuello, tras subir tres pisos sin elevateur.

Decía Keats que él era aquel que escribió su nombre sobre el agua. Pues bien, esta joven no escribe sobre el agua, pero está claro que la lee. En su abultado cartapacio cabría el registro de lecturas de Mesopotamia. Como poco.

Antes de proseguir con mi relato he de decir, que mi tendencia a decorar lo indecoroso me llevó a montar un encantador jardincillo sobre la mocheta donde se oculta el contador en el baño.
Consta el altarcillo de una treintena de pedrezuelas de río (compradas), tres cactus mejicanos ( papier mache), un frasco de cristal con arena del Sahara (pan rallado) y caracolas marinas (Tour Todo A Cien). Detrás, un espejo tipo cornucopia con el objeto de favorecer el efecto duplicación, que es la forma más barata de tener el doble de cosas y de espacio.

Sobre la marcha constato que mi intento de transmitir una digna espiritualidad queda quizá algo desvirtuado por la total extroversión del inodoro a droite (tapa levantada).

Como con tanto barroquismo es imposible levantar la tapa del mochete del contador, inicio el cambio de escenografía en directo. Cada vez que dejo un guijarro sobre la cisterna, los periquitos henchidos de adrenalina, reproducen el sonido con la sincronía del eco, pero quince octavas por arriba y con la garganta de Johnny Weismuller. Recortados contra la ventana, se sacan los ojos compitiendo por emitir el graznido más espeluznante.

Tras de mí, la cartomante hidraúlica se refleja en el espejo mientras realizo la operación. Sus ojos oscilan sin pestañear, entre el kimono Madame Butterfly que envuelve mis carnes tolendas, o el desmantelamiento pret a porter, que llevo a cabo. De pronto un tercer estímulo absorbe por completo su atención. Siguiendo la dirección de su mirada veo que, sobre el lavabo, un calzoncillo adolescente marca su territorio con espatarrada contundencia flanqueado por un dispensador de jabón art noveau. Si bien es cierto que, totalmente centrado y por fortuna, introvertido.

Sudorosa abro la tapita del mochete. La exégeta de contadores enfoca con la linterna al interior manteniendo una distancia prudencial. Al apuntar su lectura en el cartapacio cada uno de los siete dígitos es subrayado por un graznido que levantaría a un muerto de su tumba y mi gato hasta el momento silencioso, inicia su propio contrapunto dodecafónico maullando como si le arrancaran la piel a tiras.
Consciente de las consecuencias del desempeño de su tarea en el mundo animal, la joven se esfuerza en hacer el menos ruido posible de forma que el último número es apenas visible. Yo a mi vez, espero que no me pasen por error la factura de agua de algún millonario con piscina.
La joven se despide en un susurro mientras los pericos cansados del modo eco, lanzan tres graznidos pisando cada palabra.

La oigo bajar de cuatro en cuatro escalones las escaleras. En su loca carrera, esta vez sin respuesta sonora la visitante de baños se ha dejado el bolígrafo.
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lunes, septiembre 25, 2006

Parkour

Parkour

El Parkour es una forma de partirse los piños filosóficamente.

Su planteamiento es tan simple como el mecanismo de un chupete: se trata de unir dos puntos mediante una línea recta, que, al parecer, sigue siendo la forma mas económica de hacerlo.

Pero lo que tiene su aquel, es que dicha línea la dibuja a puro brinco un gachó, el traceur, que corre y salta cual primate para superar los obstáculos y mantener su insobornable trayectoria.
Una vez fijados el punto de salida y el de llegada, si hay que saltar se salta, si hay que trepar se trepa. Que se encuentra un árbol, se sube y de allí salta a otro, que se topa con un muro, se encarama a él y accede a una ventana.

Y no de cualquier forma, sino manteniendo compostura y estilo, tobillos de hormigón con apariencia de goma y dedos finos siempre dispuestos a agarrarse a una cornisa.

El traceur salta con la elegancia de una pantera, y si alguna vez su vuelo encuentra el suelo, no tuerce el gesto, ni resopla, ni se lleva la mano al glúteo o se limpia la rodilla con saliva. El traceur se levanta y sigue.

Para que luego digan que la juventud se tuerce, o que es inconstante o díscola. Su slogan: Ser y durar.

El Parkour salió del magín de un militar-bombero que lo ideó para que su hijo pudiera sobrevivir a los rigores castrenses. La escalada en el marco del ejercito no es asunto desdeñable, pero al mancebo le ponía más acceder a cimas mas palpables y con sentidos no exclusivamente verticales. Así que, colgó el cetme, y sustituyo árboles por edificios, y lagos por fuentes.
En realidad, esto no es nuevo. Hace cuarenta años ya lo hacía Mary Poppins, niñera inconsciente, acompañada de un deshollinador y dos párvulos por los tejados de Londres. Siempre me encantó esa secuencia, desde niña. Mi madre no encontraba la forma de desprender mis garras de la butaca del cine de sesión contínua donde la veía una y otra vez.

Si mi sacro fuera un poco más profano, me pondría una falda con crinolina y desde mi balcón saltaría a la cornisa del Centro de salud, de ahí a los Cubos de la Plaza de Santa Micaela, y luego de farola en farola, Gran Vía arriba, hasta llegar a los acogedores brazos de la Cibeles.



Podeis verlo aquí a escondidas de adolescentes y maduros emuladores, por Dios…no intenteis hacerlo en vuestras casas...
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domingo, septiembre 24, 2006


Elegía por el cierre del Cine Rex

Oh Rex , cine con baja autoestima,
donde Rita Hayworth vestía faldas de tergal
y John Wayne disparaba con pistolas todo a cien.
Varado entre un Hotel al que se entra de perfil,
y una tienda de ropa para suegras,
tus estrenos siempre parecían reposiciones.


Dispuesto contra tu pobre voluntad a ser Ave Fénix

pasas por una larga etapa de cenizas.
Vestido con terciopelo ajado,
en tu reencarnación te sueñas Capitol,
cine frontal y rotundo.


Tú, pobre cine de esquina,

puta vieja,
no tendrás en tu retorno,

plumaje tornasolado
ni alto vuelo.

Tras las cenizas de carbón sintético
volverás convertido en ave de Kentucky
o en mamífero transgénico
con salsa barbacoa o tártara.
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jueves, septiembre 21, 2006



Oda al Caballero del Pixel


Oh Caballero del Pixel,
ingeniero ingenioso
dotado para fletar cohetes y diseñar satélites,
sin embargo, generoso y humilde
hurgas con tus dedos finos de cirujano del software
en las tarteras informáticas del prójimo
curvando las esquinas del pixel hasta redondearlas.

Oh herrero cibernético,
Vulcano con disquette,
forjador de metales intangibles,
parco orador en HTML.

Filósofo, bien sabes que no cabe engaño entre el cero y el uno,
para que líneas y volúmenes se fragmenten
viajando entre vacíos,
y después de una pirueta cibernética,
reaparezcan ante los ojos
iluminadas y fieles.

Dedicado a David Fernández.



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martes, septiembre 19, 2006

Flying

Flying experiences. Volumen dos.

Con el avión a punto de despegar de la pista de aterrizaje de Heathrow observo, henchida de cosmopolitismo, que uno de los cristales del ventanuco sito a mi izquierda, no pasaría ni la itv de un inspector borracho.

Mientras, la aeromoza nos recuerda que, en el improbable caso de que se produzca una despresurización, respiremos con normalidad (¡) mientras observamos como empiezan a llover mascarillas de oxigeno del techo y nos estallan los tímpanos.

Evitando la recepción de ningún tipo de estimulo auditivo o visual más, mi mirada se fija por azar en un luminoso de British Airways colgado en una nave próxima. Algunos de los caracteres tipográficos tienen los neones fundidos, suministrando un titular involuntario: British ---ways.
Estilo británico, insuperable. Leer más...

viernes, septiembre 15, 2006


Coitus interruptus o La admiración tenía un precio.
Quedé ayer con un amigo junto a el oso de la Puerta del Sol. Tener que contemplar los genitales del plantígrado durante 20 minutos en contrapicado rozaba la zoofilia, así que subo dando un paseíto en dirección a Callao.

Como a punto de ser prensado, entre El Corte Inglés y la Fnac, un joven con aspecto de haber dejado una cátedra en Ucrania, toca el cello. A su alrededor, el caótico circular de compradores compulsivos y voluntarios de ong, que también piden, pero sin tocar nada.

Poder esperar mientras escucho la Suite para cello de Don Juan Sebastian, una de mis favourites ever, me llena de arrobo. Porque el rapaz agarra de las alas a toda la jerarquía angélica y me la planta ante los ojos cada vez que desliza el arco sobre las cuerdas.
Son numerosas las personas que depositan su óbolo en el canastillo habilitado al respecto. Cada vez que esto sucede, el violonchelista inclina la testa mientras el arco mantiene invariable su trayectoria y la mano izquierda su frenético movimiento, imprescindible para poner tanta serenidad sobre el asfalto.
Junto a mi, una chica escucha embelesada. Tiene el aspecto de una monjita en fin de semana.
Al acabar el primer tema, el músico aprovecha para ajustar una de las clavijas. Es entonces cuando la joven se desliza hacia el, y con dos deditos deposita una moneda en su mano. El virtuoso se levanta inclinando no solo el cráneo, sino también la cerviz, convertido en mendigo musical.

El ejecutante ejecutado se dispone a seguir tocando, pero la groupie babeante continua una perorata que mi oído de tísica no alcanza a oír. Como veo que pone los ojos en blanco, se lleva la manita al pecho y hace que se desmadeja, una de dos, o la cosa va de embeleso musical, o se le está declarando.
El concertista de aire libre hace un amago de sentarse para continuar, pero la moza le planta una zarpa en el antebrazo y sigue loando. El músico exhibe una expresión resignada, pero amable, no como yo, que debo tener cara de gorgona por haberme quedado sin regalo.
Por encima del hombro de la samaritana musical, el muchacho echa una mirada furtiva a la cesta, más sorda que Doña Rogelia, constatando arco en mano, que pierde a un ritmo de 2o centimos por palabra.

Y mi amigo llegó.
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miércoles, septiembre 13, 2006


Baretos
Añorando las cabezas de gamba en el suelo y a los camareros que enjuagan los vasos con los dedos, entre hace unos días con un grupo de amigos, en un bareto de antiguo cuño.

Pronto me pispé de que era una especie de bar transgénico, una especie de evolución hacia lo limpio de lo que íbamos buscando. El suelo sin un mal papel que llevarse a la retina y un no sé que impostado en los carteles taurinos que empapelaban el techo.

No busco a la gente joven, pero lo cierto es que la mayoría de mis amigos lo son. Decía Wilde que el problema no es que se envejece, sino que no se envejece. Y en mi interior habita una chavala de veintipocos con un packaging que empieza a estar un poco vintage, pero chulo, mal está que yo lo diga.
Pues eso, un bar (y van tres, esto parece un mambo), al que entro con mis cuatro amigos intelectuales de pro que acababan de invitarme a Zarzuela en el teatro de la idem con motivo del cumple de uno de ellos.

Al entrar me posiciono en el extremo. Al preguntar la señora camarera que tomamos y replicarle yo que un zumo de melocotón, me dice sin alterar expresión ni tono: Ah pero pertenece usted al mismo grupo.
Hay que imaginarse este aserto expresado con un estilo interrogatorio y afirmativo a la vez, desinteresadamente asombrado, no se si me explico, pero transmitía la emoción de los bivalvos que no había en el suelo.

Miro a mi derecha a ver si el hombre perfecto o similar se había personalizado a mis espaldas o si le hablaba a otro. Pero no, yo y mi mismidad continuábamos allí. Es a mi a quien habla. Asiento mientras percibo un cierto enervamiento y cariñosa tensión en mis acompañantes.

Nos sirve las cañas, en mi caso el zumo. Y juro que tuve que hacer una sesión de estiramiento de Pilates para poder alcanzar el vaso, que había situado tan lejos, que desde un punto de vista ontológico, ya casi no podemos decir que estuviera en la barra. Mientras, la posadera me mira mascando chorizo con la misma cara de palo.

Charlamos amigablemente y pido la cuenta. Aldonza Lorenzo me vuelve a decir: Ah, pero pertenece usted al mismo grupo. Cuento hasta cien, dudando entre mantener mi flema británica o escupírsela a la jeta.

Me voy a que me hagan un retrato, a ver si me lo hace el que pintó el de Dorian Grey.
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domingo, septiembre 10, 2006

Doctor Pavor

Constatando que en mi centro de salud no hay una enfermera caritativa dispuesta a sacarme un taponcillo de cera sin tener que pasar por tres trámites más y cuatro meses de espera, dirijo mis sordas pisadas hacia un centro privado.

El anuncio de que voy a dejarme la tela, pues no pertenezco a ninguna sociedad, me abre de inmediato todas las puertas, donde aparecen médicos con jeringas de agua en mano dispuestos a hacerme pasar un buen rato. Sin embargo, el otorrino al que me remiten tiene su puerta cerrada. Una enfermera sonriente y algo asustada ( luego constato que realmente lo está) me invita a pasar.

Frente a mi, un medico gigantesco dibuja con lápices Alpino. Sin levantar la cabeza me pregunta que me pasa. Luce un cráneo el rapado y una perilla fumanchú. Ni mi historial ni mi nombre le importan.
Suspira al levantarse y sin dejarme acabar, me lleva de la oreja a la silla metálica de barbero. Es entonces, cuando sin ni siquiera echar una miradita al interior de mis encantadores pabellones, coge una jeringa enorme, pequeña en sus manos de gigante, y un recipiente para residuos radiactivos amarillo y sucio que sujeto de un asa bajo mi oreja cual caperucita.

¡ Oh my God!, ¡ Sabía yo que mi lengua es a veces venenosa, y mi saliva mortal, pero había despreciado la potencialidad contaminante de mi cerumen! .

El Goliat leonardino, quizá deseoso de acabar el dibujo, me endilga un chorro con tal potencia y saña que mi conducto, incapaz de asimilar tamaño sunami, rezuma convirtiéndome en Miss Camiseta Mojada Madura.

La enfermera atribulada y atenta a mis expresiones de puro pánico con cada embiste hidraúlico musita “cuidado, cuidado”, con voz temblorosa.
Rodeada de mis propios residuos radiactivos, involuntariamente erótica, e intentando seguir mostrando mis cuarenta y tantas piezas dentales en modo sonrisa, le sugiero que aplique otro chorrito al oído izquierdo, donde repite un ritual de medicina precolombina similar.

Presa de entusiasmo tras la recuperación de uno de mis sentidos, bramo loas de agradecimiento infinito. Goliat alza tanto las comisuras que se juntan con los pliegues de sus ojos de chino.
-“Ojalá todas las enfermedades se curaran así, ¿ Verdad?”-me espeta activando incluso la función conativa del lenguaje, en un ataque de amabilidad afterhours. “¡Que llegara uno con los ojos mal y ¡ zaca!, se cure así de fácil” . Es en este momento cuando el galeno pintor y ahora histrión, se pone bizquear y desbizquear representando el resultado de alguna terapia similar a la del cerumen aplicada a la vista.

Echo un vistazo a su hoja de dibujos y las siluetas delicadamente entrelazadas me parecen estupendas. Me mira mirando y ahora de verdad me ve . Su expresión es la de alguien casi normal. Parecería que incluso espera un comentario o una respuesta.

Y, la verdad, comprendo que prefiera los lápices a las ceras.
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jueves, septiembre 07, 2006


Energía eléctica de Cementerio

En un cementerio patrio han instalado unos paneles que extraen energía de las tumbas con tanta eficiencia , que los muertos son capaces de hacer reventar de luz cuatro poblaciones a la vez.

Hasta la fecha disfrutaba yo de la ensoñación romántica de la rosa naciendo de las cenizas del amado, del humus humano haciendo brotar la enredadera, del poeta encaramándose al cielo a través del tronco y las hojas de un nogal.

Pero tamaña practicidad energética de fuegos fatuos corales y muertos trabajando después de espicharla no puede por menos de erizar mis vellos.

Esta es la vida después de la vida que nos prometían.

Yo no quiero dar energía después de muerta para encender, teles, ni hornos microondas, ni árboles de navidad.

Que me quemen, y si luego tienen tiempo y ganas, que me esparzan desde la noria grande del parque de atracciones, pero, por favor, no me hagan ponerla en funcionamiento.


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martes, septiembre 05, 2006


Oda a Beckham, Padre por tercera vez.

¡Oh Beckham!, Cid campeador de la progenie,
protéico, prometeíco ,
proactivo goleador albión.

Pater familias de capilla sixtina, de tímida amenaza sexual intacta .
Axila inspiradora de fragancias y afeites.

Padre potente, Casanova de las pelotas.
En tus ojos azules como porcelana de Oriente se miran curas y obispos.

Los jerifaltes del Opus recuperan la esperanza.
Aun hay gente que pone más de un hijo y medio sobre la piel de toro.

Tu esposa, esfinge sin respuestas, frágil, esbelta cual gacela.
Y sin embargo …..¡Que poderosa cadera, que insospechada potencia pélvica!.

Que impulso atómico para lanzar al mundo infantes que protege mientras se desliza sobre sus esquíes,
poniéndoles la manita sobre la cara sin descomponer el rostro.

Hijos que no tienen nombres, sino gentilicios de las ciudades donde fueron diseñados,
y de personajes amatorios de infausto sino.
Resonancias neoyorkinas , Shakespearianas, Brooklyn, Romeo….
Oh imanes, imanes de bolsas propias y vidas ajenas.

Sutiles, dais pistas de donde os amasteis,
scouts de la pasión.
Y en que modo, y con que intensidad se acoplaron vuestros cuerpos,
enredados en un amor con perfume de aftershave.

Y yo loo a placer a vuestra progenie,
criaturas con diseño cromosómico de alta tecnología,
genes sin aristas,esferas pulidas de brillo mercurial,
genes como planetas sin satélites,
cromosomas perfumados,
óvulos acogedores, con habitación de invitados.

Beckham, Oh Beckham pater, perdónanos nuestras ofensas y venga a nosotros tu Reino. Leer más...

viernes, septiembre 01, 2006

Síndrome postvacacional

Síndrome postvacacional
Si hay alguien que esté a favor de la introspección psicológica y de la ayuda del loquero soy yo.
Mi primer amor fue un amiguito que con diecisiete años ya había estudiado cuatro de medicina e iba para psiquiatra, además disponía de un abdominal con un alicatado impecable. Ya sabeis que la combinación entre de la neurona cultivada con el biceps fibroso me pone mucho, que le vamos a hacer.

El padre de mis vástagos era psicólogo (por la Sorbona ¿eh?) y listo como pocos. Montó un centro de terapia sobre las procelosas cimas de un pueblecito costero donde iba la flor y sobre todo la nata, de los neuróticos con pasta y bandolera.
Esto significa que he consumido todo tipo de terapias y talleres sin pasar por caja. Así que, intentando desentrañar los misterios y caprichos de mi psique, he sido pasto de psicoanalistas con diván de Philip Starck y cuño lacaniano, jungiano, freudiano, annafreudiano, melaniekleiniano, conductistas postpaulovianos sin perro, gurús con resaca de la era de acuario, psiquiatras gestálticos de Berkeley con kaftan y barbas, curadores a través del color, de los prismas, del barro, de la escritura japonesa, del haiku, de los colores, de los números, de los cuarzos.
He sido víctima gustosa de enderezadores del chakra , aventureros de la danza luxados y discípulos de Twyla Dwarf y la Graham, renacedores de piscina con pantalones de Kenzo, virtuosos del piano con ocarina, actualizadores de ritos andinos y cuentas suizas, visionarios de serpientes emplumadas nacidos en Oxford Street sin blanca, curadores a través de las vibraciones del gong tibetano, del barro, de las vitaminas, del ylang ylang, de los canastos de mimbre y la natación.

Menuda suerte. Durante años tomé te y pastas junto al mar con lo más granado de la psiquiatría y psicología internacional y con más de un pedorro con incienso.

Pero amiguitos, escucho lo del síndrome postvacacional y mi maltrecha carne de diván se enerva. Ay lectores queridos, es que la vuelta a la oficina pone malita a la gente, irritable, díscola, neurotiquilla. Se les cae el café en el pantalón y se hunden, el compañero les pide un informe y se suicidan. Conscientes del problema, algunas empresas ponen a disposición de los recién incorporados un gabinete psicológico, al parecer con gran éxito.
Con ponerle un cartelito de síndrome a los problemas, ya nos dan excusa para ser descontrolados, y directamente estúpidos. La frustración existe, y no estaría mal aprender a soportarla un poquito, incluso sin ayuda.
No a los síndromes tontos que nos dan permiso para ser débiles bajo el rotulo de la enfermedad, no, no y no. He dicho.
Tu comentario es el mejor regalo, no seas tacaño.....
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miércoles, agosto 30, 2006


Tocamientos.
Flying experiences, Volumen uno.

El aeropuerto de Heathrow me depara una experiencia que incluye Ama Inglesa uniformada que provee a cada pasajero de un tocamiento a su medida.
Me saluda con sonrisa gélida para pasar de inmediato a lo que importa, los bultos. Palpa la dama cada segmento de mi anatomía con desganada eficiencia. Para ella el cuerpo es un conjunto de tramos susceptibles de ocultar cosas. Meticulosa, no desdeña el peligro de lo pequeño, pues no duda en introducir un dedito aséptico en la cinturilla del pantalón efectuando un trayecto con un recorrido algo más largo del aceptable para contornos de cintura, para mi pesar.
La dama reserva amorosa un tipo de repaso manual adaptado a cada zona, y lo efectúa sin descuidar ni el ritmo ni la presión, constantes, sincopados, como la coreografía de un Bejart chocho. Repasa cada tramo con armonía musical, dibujando un trayecto idéntico y sincronizado con las manos enguantadas, sobre brazos, axilas, muslos y pantorillas.

La imagino acariciando a un amante con recorridos asimétricos y enloquecidos como única forma de huir de su rutina de buscadora de lo escondido y peligroso en el cuerpo humano.
Pienso estas cosas mientras continúo de pie, descalza como preso vietnamita y con los bracitos en cruz como dispuesta a volar por mi cuenta.
Soy toda oídos visitantes. Expresaros alto y claro o bajo y ambiguo. Para variar Blogger no me permite subir el dibujo, lo siento, mi agente de policía se quedó en tierra.
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