miércoles, noviembre 29, 2006

La Pasión de Shylvia. Capitulo 1.



Novela Rosa por entregas de Belinda Cushion.
Traducción de Epidistras Ortiz de Kooning.
Basado en una historia real, real.


Shylviah, Marquesa de Volandas y Palo Alto y Master MDA en Política de precio, se desperezó entre sus perfumadas sábanas de raso.
El recuerdo de aquella noche de pasión produjo un estremecimiento en su joven y turgente cuerpo. Aún podía sentir el almíbar de los carnosos labios de Armando, la huella de sus dedos ávidos, que, aún manicurados semanalmente, le proveían tales delicias, que su rememoración la trasportaba al más completo éxtasis carnal y lúbrico desvarío. Por desgracia, ya no estaba.Tuvo que abandonar tanto el éxtasis, como el desvarío, como el lecho antes del alba, para coger la Terminal 4 de pura chamba. Pero no sin haber dejado antes un tierno beso en la despejada frente de la joven y algunos cabellos en la almohada.

Shylviah pensó el cuadro de Santa Teresa que colgaba sobre la cama de sus amados padres. Desde que era una criatura tierna e impresionable, sentía una malsana atracción por aquella obra excelsa. (1) Ver nota a pie de pág.
Si bien era cierto que el ceño ciertamente poblado de la Santa era severo, y la negra toca daba miedo, ¡cuanta pasión destilaban aquellos ojos girados sobre sus órbitas, cuanto frenesí prometían los labios entreabiertos,un poco húmedos, ….¡. Pero alejó por un momento las ensoñaciones místico lúbricas de su linda cabecita. Le sonaban las tripas.

El día, tan azul como las pupilas de nuestra heroína era maravilloso. Se dirigió al vestidor con paso elástico de gacela exótica, indolente, gentil con su salto de cama de La perla. Su tersa piel bronceada de suave seda, su cuerpo de altaneros, erectos, y turgentes senos frente al espejo veneciano de hermosos y labrados perfiles, siguió pareciéndole fantástico a pesar que ya se acercaba a los veinte .
Los tacones de los escarpines de fino damasco resaltaban la redondez de las dos nalgas. Decidió disfrutar un poco mas de tiempo a solas de la visión y regodeo de su poderío carnal antes de ponerlo disposición de los hombres de clase media- alta y alta, que invariablemente caían subyugados por sus innumerables atractivos. Ver nota a pie de página (2). Pero antes….(Continuará).

(1) Nota del traductor: El psiquiatra Críspulo Mandinga duda que fuera el cuadro de Santa Teresa el estuviera sobre la cama de los padres. La evolución psicológica de la joven se corresponde más con el perfil Psicológico de alguien que ha estado mirando constantemente cuadros de Alma Tadena. El Dr. Apocalipsis disiente del disidente anterior pero de momento no se pronuncia.

(2) Algunos investigadores sostienen que Shylviah poseía tan solo dos atractivos reconociendosele sin embargo las innumerables posibilidades que le sacaba a ambos.
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viernes, noviembre 24, 2006

Brujitas

Aviso: A partir de la semana que viene, y si el tiempo no lo impide, me dejo de temas geriátricos para hacer literatura de verdad.Prepararos para cuerpos prietos en la veintena, amplias espaldas, poderosos bustos y romance: La pasión de Shylvia. Barbara Cartland, a mi lado, una aprendiz. Seguramente incluiré algo de hípica épica. Avisados quedais, Dios nos asista. Leer más...

jueves, noviembre 23, 2006

Gracias Florecilla

Anoche me encontré con una conocida de toda la vida.

Estaba junto a un cajero, con su perro. La osteoporosis le ha dejado un cuerpo menudito de brazos desmesuradamente largos. Llevaba una boina ladeada adornada con un broche que le daba un aire a lo a Louise Brooks septuagenaria de lo más chic. Me pilló echándole un vistazo a sus zapatillas deportivas de un dorado mate, yo creo que de Prada, pero hubiera tenido que guiñar mucho el ojo para confirmar. Una chulada. Se alzo un poco la pernera de lustrosísimo tweed del pantalón para facilitar mi avistamiento.
-Un caprichito, pero son comodísimas hija. Comodísimas.
Isabel es una señora que desciende de tres generaciones de mujeres que siempre encuentran algo agradable que decirte. La última vez que ví a su madre, con 98 años y ya enferma de alzheimer se interesó por mi inexistente hermano “el que vive en Tokio” para reiterarme ,acto seguido, el mismo piropo con el que lleva apuntalando mi autoestima desde la década de los setenta “pero mira que es elegante esta niña-joven-señora”.
Su hija es igual. Sus charlas a pie de portal jamás incluyen la meteorología ni la artrosis. Sin embargo, la noté algo distraída mientras alababa mi nuevo corte de pelo, como habla uno mientras piensa o hace otra cosa, un poco despacio. Intentaba quitar el papel de una pegatina del tamaño de una tarjeta de visita.
Al parecer, la entidad bancaria frente a la que nos piropeabamos hizo un recortecito de plantilla prejubilando a un montón de gente en plena posesión de sus facultades, entre ellos su hijo. La anciana está haciendo su propia guerrilla urbana pegando pasquines que informan de la situación por las entidades bancarias de los Jerónimos y zonas aledañas. Me enseñó una de las pegatinas. Con impecable caligrafía describía la situación laboral con un breve texto escrito en rima asonante.
- Aprovecho cada vez que saco al perrito para pegarlas. Tan solo duran unas horas, se quitan con facilidad. Mañana ya no están.

- Te están grabando lo sabes ¿No?, le dije apuntando a la omnipresente camarita.

Se encogió de hombros, me dio un beso y continuo su periplo calle arriba. Me quedé mirándola mientras caminaba. La ví detenerse en otro banco más arriba. Hablaba con una pareja de jóvenes mientras pegaba otra pegatina.
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martes, noviembre 21, 2006

Ausencias

Tengo una pareja de amigos suecos empeñados en buscarme novio. Han perpetrado todo tipo chanchullos para que lo que no une el destino lo reuna un smosgarbord como Dios manda.
Ese tipo de citas nunca salen bien .Me siento como una chuleta de cordero en el mostrador oscilando entre poner carita de que no se de que va la cosa, o lo que es peor, mostrarme con una especie de condescendencia muy classy. Soy orgullosa.

Hace un par de días me organizaron uno de estos encuentros.
Mis amigos son ese tipo de gente que todavía mantienen tras el sofá del cuarto de estar telones hindues tipo cachemira, vinilos amontonados en cestas de mimbre y teles triponas que tienen que desvirtuar la realidad, fijo. Quizá sea por eso por lo que en ocasiones, parecen un poco fuera del mundo, como si estuvieran algo desconcertados o mareados. De verdad creo que es el efecto del contacto continuado con los mandalas hindues. Por mucho que Jung dijera que eran extraordinarios para la salud Psíquica y la introspección en general.

Pero es gente fina, no nos engañemos. De paso, como el que no quiere la cosa, ponen sobre un mantel deshilachado cubiertos de plata labrada y copas de cristal descabaladas. pero bohemias, en el sentido más caro del término. En fin, todo ese estilo un poco inclasificable que solo sabe desplegar la gente bien con la autoconciencia de clase de ida y vuelta.
Son un poco familia Trapp, pero sin sombrero tirolés. El hijo es un prodigio del clarinete, tan encantador, que ni siquiera se pone feo al forrar la boquilla con los labios, que hasta los mas avezados se ponen espantosos, como peces globo sonoros. El infante respeta todas las respiraciones y consigue que la pieza tenga una profundidad tan admirable en su sencillez. que resulta increíble que tenga siete años. En ocasiones, el pater familias toca el violín y la madre canta en plan mezzo. No lo hacen muy bien, pero la belleza y armonía del tríptico bergmaniano canoro frente al atril y sus miradas de complicidad, me ponen verde de envidia. Yo mientras tanto pateo el kilim al compás o engullo disimuladamente alguna pasa.

Ayer me tenían preparado un amiguito. Me recibió con un whisky en mano y dos besos al aire. Tenía una barba de esas suaves y blanditas que me dan mucha grima. Mis dos nórdicos al fondo bien pegaditos y cuchicheantes con su delantalito a juego y observando la escena.

Encontré al tipo algo seco, serio, monosilábico. Sin embargo, pasó algo inesperado. Tengo que decir que no me hizo demasiado caso, no me miro escote, ni piernas, ni nada. Excepto cuando empecé a hablar de Irving Penn, con motivo de una reproducción que tenían enmarcada. He aquí que el barbudo deja el tenedor y aunque siguió mostrando un total desinterés por mi anatomía comenzó a observarme con expresión beatífica y arrobada, sin pestañear. Fueron unos tres minutos de verdadero éxtasis oratorio. En un momento determinado, parpadeó, siguió comiendo, y volvió a su posición inicial de educado desapego rozando el desinterés total.
Lena y yo, nos fuimos a la cocina para poder cotorrear a gusto con el ruido del grifo de fondo.
- ¿Te has fijado como me mira, Lena?
- Las ausencias, querida. Me contesta sacando brillo a un vaso.
- Las ausencias….
- El, no lo sabe, pero desde joven padece una versión levísima de epilepsia que le deja ausente unos segundos. Sus padres no le dijeron nada cuando se lo diagnosticaron y ahora nadie se atreve, no le ha dado problemas e incluso le da un aire tan interesante tan, no se, nihilistamente sexy …¿no te parece?.

Yo ya no digo nada.
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domingo, noviembre 19, 2006

Angeles

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Mi tía Angeles quería ser operada de cataratas por su oftalmólogo y amigo de toda la vida.
Avisada por mi prima del estado de supermovilidad parkinsoniana de la mano del oficiante, ya septuagenario, se despachó con un rotundo: "aunque me deje ciega "y siguió tomándose su tecito tan ricamente.
Mi tía es mujer de grandes fidelidades que en más de una ocasión la han puesto al borde de la tumba. Este verano ingirió sin pestañear un flan de huevo y una tortilla que había estado expuesta al sol agostí y al asedio de las moscas de un patio toledano durante más de 12 horas. Tan solo se recompuso un poco el peinado pensando quizá en dejar una imagen lo más pulcra posible antes de engullir aquel festival de salmonella. "Es mi tata, ella hizo otras cosas por mí"- sentenció tenedor en mano a mi oido Aunque la fámula mas bien le había aligerado notablemente joyero y guardarropa. Pero mi tía hace que no se da cuenta.

Estos días Angeles recibe la visita de su hermana Carmen que desde hace cuarenta años vive en Nueva York. Creyendo que vivimos en el tercer mundo, cada año la trae un buen montón de revistas como para ponerla al día de diferentes aspectos del american way of life a todo color: de lo bien que se vive en América, que tienen lavadoras, comen cereales , llevan las gorras hacia atrás y esas cosas.
Preocupada por la actualización del atuendo de mi tía, porta maletas repletas de jerseys refulgentes de lentejuelas, y pantalones de tergal malva que despliega sobre la cama de Angeles que, como puede intenta compatibilizar semejantes delirios textiles con sus deliciosas faldas de franela que quedan totalmente desconcertadas en su armario.

Cada navidad mi tia sufre reformateados de su impecable maquillaje cuyos parpados se llenan de polvos azules espesisimos que Carmen aplica con diligencia .Nos la deja trasvestida en una especie de Cleopatra sin Richard Burton. Toda la casa es un despliegue de cajitas nacaradas, perfumes narcotizantes, borlas y apliques para el pelo en forma de espesos rodetes color caoba y moños de quita y pon.
Cada noviembre esta visita altera la tranquila existencia mi tía que transcurre entre pasear a su perrito y merendar tortitas con nata con sus amigas. Con la intención de que Ángeles no cocine y de paso hacerle sentir el poderío del dólar, Carmen provee de viandas a mi sufrida tía que apenas se atreve a salir del cuarto de estar.
La vuelta del Corte Ingles de Carmen es épica: dos bolsas estallantes de robustos habitantes del fondo del mar que sacuden sus colas y abren y cierran sus pinzas en un ultimo intento de vida ultramarina. Bogavantes, centollos, almejas, cigalas que dan sus ultimas bocanadas sobre la mesa ante el horror de mi Angeles a la que deja el papel de ejecutora del sacrificio.
Son cuarenta y cinco dias de vida marina donde no cabe ni un mal plato de lentejas y el acido úrico inicia sus propias marejadas con gran peligro para la integridad física de las ancianas. Cuando la visitamos nos da de estraperlo puñados de almejas, alguna cigala el corredor de la muerte, y algun centollo descuartizado, aprovechando algún descuido de Carmen.
Afortunadamente se va despues de las navidades dejando un rastro a perfume de violetas de Avon y algun Reader Digest olvidado.
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sábado, noviembre 11, 2006

Agujas

Desde el interior del mostrador: el mostrador del profe.
Dedicado al Sr. D.

P. es un amigo cuarentón de vigorosa neurona e impecable packaging.
Para pagarse la carrera en el conservatorio de Londres, tuvo que trabajar como obrero circulando a lo largo de una estrecha pasarela entre un edificio y otro, con nada más que el vacío debajo. En una ocasión fue testigo de un accidente. Un compañero tenía el cráneo abierto como consecuencia de una brutal caída. Con gran presencia de ánimo llevó al herido a un sanatorio. Le salvó la vida.

Tan solo una cosa oscurece su curriculum de aguerrido guerrero: las agujas. Su sola mención le provoca vértigos y taquicardias, sobre todo si se plantea la posibilidad de que dicha aguja tenga que entrar en su poderoso biceps.
Esta circunstancia provoca que cada vez que le tengan que poner una inyección o extraer sangre se sienta como si le extrajeran también la vida. El hecho de ser mozo hermoso facilita la cosa. Siempre encontramos enfermeras dispuestas a recostarle en una camilla y sujetarle la manita mientras le aguijonean. Después viene la reanimación, porque el hombretón se nos queda desmadejado, blanco como el papel. Le damos entonces un poco de agua como si acabara de volver de la guerra, hasta que se recupera y nos enseña un poquito la dentadura.

P. trabaja como profesor de piano y solfeo en un conservatorio, donde con notable humor se enfrenta a diario con las veleidades musicales de nuestros niños y adolescentes. Como consecuencia de estar más de seis horas seguidas escribiendo fusas y semifusas en la pizarra, tiene una lesión leve en un hombro. P. tiene dos alumnas japonesas, madre e hija, de gran potencial canoro. Ambas muestran un considerable aprecio y respeto hacia nuestro héroe que contrasta con la apatía general.

Enterada la madre de su problema con el hombro, se ha ofrecido a hacerle unas sesiones de acupuntura. En dicha sesión participaría también la hija, en virtud de ayudante, para ir practicando. El enseñante se ha librado por los pelos. La mera visualización de la señora estoqueando su hombro cual toro de lidia, le produce pesadillas y lleva unos días bastante trastornado.

Al parecer la dama porta una suerte de maletilla alargada color granate que tiene toda la pinta de ser el contenedor de los estoques. Cada vez que mi P. imparte su clase, la visión de la maletilla asomando bajo el asiento le produce tal desazón y fantasioso desvarío que está a punto de pedir la baja.

Ayer la señora le ha vuelto a ofrecer sus servicios. A mi P. se le atragantan los ritmos y le tiemblan las manos cuando acompaña sus cánticos al piano.
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sábado, noviembre 04, 2006

Saturna

Trabajar como recepcionista de un Centro de Salud permite manejar dos variables muy cotizadas : espacio y tiempo.

Como el espacio lleva bata y fonendo y está fijado de antemano, la única potestad de la trabajadora es la distribución del tiempo de dicho espacio entre los afiliados. Sin embargo, el desempeño profesional de mi Cronos particular está marcado por un atroz determinismo. Cada vez que levanta la mirada, la misma petición: una hora. Y la demanda siempre enmarcada por un principio y fin idénticos con el regustillo de un deja vu de sesión continua.

Frente a tanta frustración, viendo pasar el tiempo administrándolo, y al constatar que lo que espera se cumple siempre, mi Saturna sabe como humillar al afiliado defendiendo sus dominios sin tener que zamparse a sus propios hijos. Así, de paso, le pone un poco de chispa y giro argumental a tanto destino prefijado.

Y lo hace de forma que el paciente no encuentre nada a lo que asirse para presentar una reclamación de agárrate y no te menees.

No sale de su boca una palabra más alta que la otra, no hay negativas ni negligencias. Es una especie de Jack el Destripador que no dejara sangre, ni vísceras, ni tan siquiera cadáver.

Refinada discípula de Sade, sabe como dejar en el aire una mano que sujeta una tarjeta caducada, mirar con repugnancia un antebrazo excesivamente avanzado, retrasar la aparición del monosílabo que confirma una petición, alzar voz y comisuras mientras solicita una prueba del sida, plantar sobre el mostrador, con la contundencia de un cubata, el frasco de heces de una impecable ancianita.

Si todo es previsible, si Dios, los genes, la sociedad o mi directo superior hacen que una acción vaya seguida siempre de una consecuencia esperable, mi recepcionista pondrá una zancadilla al destino para evitarlo.

La cosa no deja de carecer de mérito, mi Saturna frente a Hobbes, Skinner y Newton.
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viernes, noviembre 03, 2006

Fumadores

Me cuenta un amigo que en su colegio, allá por los sesenta, los profesores castigaban a los niños díscolos a salir al balcón.
El mozalbete que era visto por los viandantes en aquella ubicación un numero determinado de veces, se labraba una reputación de incorregible indeleble sin tener que recurrir a orejas de burro ni a palmetazos en los nudillos. La visibilidad no era, por aquel entonces, deseable.

Gracias a la ley antitabaco el interior de la empresa se ha hecho visible como quien le da la vuelta a un calcetín. En Pompeya, la lava del Vesubio petrificó a cada uno en lo que hacía en ese momento, dormir, comer, amar. La urgencia nicotínica congela en una misma pose al carnicero con entresijos aún colgando del delantal y al ejecutivo con el índice Nikei pendiendo del lóbulo. Fuman de perfil, silenciosos, con un ojo mirando al zapato y el otro ya puesto en la pantalla del ordenador o en la olla. Y siempre dentro de un círculo de colillas.
Cuantos secretos desvelados. El elegante maitre que me recibe en el restaurante hace horas extras como pinche durante la mañana. La doctora que me anima a que deje la bollería industrial se marca un cigarrazo apoyada en la farola con el fonendo por corbata.
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miércoles, noviembre 01, 2006

Cesped, vigas, labios.


Antonioni hizo pintar de verde el césped que aparecía en la secuencia de una de sus películas en tiempos previos al Paint box.
He observado también que las vigas de algunas casas rústicas presentan una capa de esmalte sintético color chocolate para que la madera parezca más madera ocultando la madera. En China, y como agasajo a alguna visita cuyo nombre no recuerdo, se impostaron algunas zonas tropicales sobre el asfalto vía brocha.

Mientras coloreo mis mucosas para que mis labios sean aún más labios constato que
intelectuales, gente de vida sencilla, comunistas y vanidosas tienen cosas en común.

Lo que no se es si la intención y el resultado son los mismos.
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