martes, octubre 31, 2006

Burbujas

Cada cual tiene su burbuja, ese espacio circundante que, al ser franqueado, nos hace sentir la desagradable sensación de que el otro empieza a formar parte del ADN de uno. Dicen que los latinos tenemos una burbuja pequeña, que nos gusta la proximidad del prójimo. Mucho me temo que la mía la diseñó un austríaco.


Me encontré ayer con una conocida. La encanta describir lo que va a hacer ese día, semana o mes para comer. El único problema es su termómetro de interés donde el mercurio es ella misma desplazándose en la horizontal hacia el oyente. O sea yo.
Nuestras charlas siempre comienzan a una distancia neutra, pero, a medida que la cosa se caldea, su interés por lo que se dice, o más bien, por lo que ella misma dice, se evidencia por una gradual aproximación a mi mismidad.

El mundo de la elipsis la es ajeno: necesita contarlo todo para contar algo. Cuando me relata los canelones, como consecuencia de no escatimar ni un ingrediente, y de la consecuente aproximación de un centímetro por cada uno de ellos, al acabar de relatarme la cocción pude ver con claridad cada poro de su piel. Cuando llegamos a la salsa ya bizqueaba intentando mantener contacto visual, y en el postre prácticamente nos estábamos besando.

Ayer conseguí salvar mi columna vertebral del furibundo roce del autobús de pura chamba. Su descripción del cocido madrileño versión 1890, me tenía ya contra las cuerdas. Si no fuera por la valla protectora habríamos cruzado la calle.

Como no me apetecía mucho morirme ayer, me situé perpendicularmente a dicha valla. Es aquí donde, a salvo de su acercamiento, comienza la danza. Ella daba un paso hacia mi para contarme la bechamel y yo daba otro hacia atrás en una especie de tango arrastrado que nos condujo casi al lugar donde tenía que hacer mis recaditos.

Y además llegué bailando.
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lunes, octubre 30, 2006

Conclusiones

Queridos lectores,
el doctor Ángel Apocalipsis después de dedicar 45 años al estudio entre la relación del seno y la trayectoria profesional y teniendo en cuenta el pudor evidenciado por las visitantes de este blog poco dispuestas a dar pistas sobre su morfología senil, ha decidido variar la orientación de su investigación.

El doctor, consciente del cuantioso incremento de visitantes durante estas jornadas seniles ha decidido darle una dimensión científica al dicho “Tiran más dos t… que dos carretas” e investigar la verdadera capacidad de tracción del seno femenino.
El Instituto de Estudios de Medios y Soportes ya ha evidenciado su interés por los resultados de dicha investigación.

Yo, por mi parte, agradezco a la marca Pechines la inserción de su publicidad en Cajón Desastre.
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sábado, octubre 28, 2006

Test de senos



Estimados lectores,
a rebufo del post anterior, el Dr. Ángel Apocalipsis, en un alarde de generosidad científica se ha ofrecido a publicar en Cajón Desastre, y en primicia mundial, las conclusiones de una interesantísima investigación en la que lleva trabajando más de 45 años.


Se trata de una ecuación que permite hallar la relación entre la morfología del seno y la trayectoria profesional a través de un complicado sistema de cálculo, basado en los ángulos y parábolas descritos por la mama.

El doctor nos ruega encarecidamente que utilicemos estos conocimientos con cautela. En manos mal intencionadas sus consecuencias podrían ser nefastas.

Las mujeres interesadas en saber los resultados no tienen más que dejar un comentario con el número de seno que muestra más coincidencias con el propio. Al ser tema delicado, la identidad de la consultante puede ocultarse tras pseudónimo.

El Doctor Apocalipsis publicará los resultados en cuanto los acabe de traducir del alemán.
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jueves, octubre 26, 2006

Tetaloj



Veo un anuncio en una marquesina en el que se muestra un pecho, vulgo teta. Es un seno cósmico, no sólo por sus dimensiones, sino porque podemos escudriñar su interior con unos claroscuros que recuerdan las fotos tomadas por los satélites.



El cartel está plantado en medio de Preciados, con el pezón apuntando a Zara. Como fondo, el reloj de la Puerta del Sol. Muy apropiado, pues es un anuncio sobre el tiempo. El que nos queda.
Nos recuerdan que si tenemos entre 40 y 50 años debemos hacernos una mamografía y “verás la vida que te queda”.

Que miedo. Yo como mucho he acudido a una cartomante para saber el kilometraje de mi ajetreada línea de la vida. Pero ignoraba que nos pudieran dar el saldo vía glándula. Ni que hubiera señoras interesadas en saberlo.

A esta teta le debe quedar aún mucha vida, porque todo apunta a que el modo de calcular sea el tamaño.
Y vive Dios que esta es grande.

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lunes, octubre 23, 2006

La mujer de hoy


Echo un vistazo a una revista de moda que avanza el pret a porter invernal. Un diseñador embutido en un traje de corsario, cuello de camisa Mortadelo y abanico, dice crear para la mujer actual. Otro modisto italiano de blanca sonrisa y negra camiseta afirma algo similar.

Los gurús de la moda diseñan para mujeres de hoy, que trabajan etc.

La pregunta que me hago es: estas mujeres de hoy curran claro, pero ¿donde?.

Desde luego algunas de ellas reflotan empresas en Alaska, pues no tienen inconveniente en coger el metro con un gorro de cosaco. Otras quizá firmen contratos en el trópico, o en entornos de calefacción escasamente respetuosos con el environment. Un top transparente de tirantes así sólo es explicable por encima de los 40 grados.

Observo después las fotografías en las cuales las bellas van y vuelven por un fino pasillo con un pie delante de otro, como en la cuerda floja. A la izquierda de la pasarela, leones deseosos de apresar un trozo de carne y tules, cámara en mano. A la derecha leonas deseosas de apresar un trozo de belleza circulante comprando el vestido.

Pues si, va a ser verdad por la pasarela circula la mujer de hoy.
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viernes, octubre 20, 2006

Inseguridad (de la) ciudadana. Escenas Granvienses. Volumen X.


Camino por la Gran Vía. Es de noche y ya muy tarde, aprieto el paso. Sobrevalorando lo codiciable de mis elementos ornamentales, giro mi anillo de forma que la piedra quede en el interior de la mano.

Al tomar una esquina me topo con un barbudo enarbolando un palo. Me llevo las manos a la cabeza. Por mi mente pasa no sólo mi vida, sino la hipoteca y una rememoración del estado de mi depilación por si me tienen que llevar a urgencias. Combinando el flashback con una notable capacidad de desplazamiento, me planto en dos zancadas al otro lado de la calle.
Contemplo la escena en plano general. Es un mendigo, con un largo gabán oscuro anudado con una cuerda. Inclinado, asoma el perfil por la esquina apoyando el palo sobre el suelo. Espera agazapado hasta que otro mendigo está a su altura. Quiero avisarle, pero una vez pasada la situación de supervivencia, mi superego vuelve a tomar las riendas, y me impide gritar.
Cuando el indigente llega a la esquina, el del palo salta como un batracio. Se planta frente al otro que finge sobresaltarse poniendo las palmas a la altura del rostro, como una damisela de cine mudo. El otro suelta el palo y reproduce su gesto como un espejo. Comienzan a reír a carcajadas, se insultan, se cogen de los antebrazos , giran, se golpean, canturrean.
Los dejo rodando abrazados calle abajo.
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miércoles, octubre 18, 2006

Tarde de cine


Estoy con mis sobrinos, entre los dos no suman siete años. Vienen de casa de su abuela paterna, con su madre. El plan es ir los tres al cine y dormir en mi casa. Mi hermana me entrega una mochila con ropa y subimos rápidos las escaleras, pues vamos justos de tiempo.

Al entregar las entradas en la puerta, mi sobrino me dice con una vocalización que para sí quisiera Placido Domingo:

-Tía, hoy no tenemos que comprar palomitas.

Los ojos del señor se abren de par en par. Aprieto la mano del infante con saña mientras sonrío. Demasiado tarde.

-¿ Me permite la bolsa?.
- Pijamas y mudas de niño.
-Tita, insiste el niño tirándome de la manga, hoy no tenemos que comprar pa…

Como un tocólogo que tanteara un bombo de embarazada, el empleado pasa la mano por la superficie. Algo cruje.

- Ábrala ,por favor.

Se acerca un individuo trajeado y un guardia para supervisar la operación. Como un coro griego, repiten cada frase del recolector de tickets.Estamos rodeados de gente que me mira como a Ma Baker.

El guardia toma el papel protagonista. Abre la mochila. En primer término, primorosamente dobladas, unas bragas, de blonda. De los ochenta como poco. Las dejé en casa de mi hermana la última vez que dormí allí. Lo peor no es que sean bragas, sino que son horribles. Aparta el culotte con dos deditos, bajo la ropa, una bolsa de palomitas. Enorme.

-Lo siento, dice chasqueando la lengua- pero nos las tenemos que quedar. No olvide pedírmelas a la salida.

En vano intento ablandarle. Nos conducen a un cuartucho. El guardia escribe mi nombre con un rotulador gordo sobre la bolsa de palomitas. Despacio, letra por letra, las nueve. Los niños siguen cada circunvolución con la boca abierta. Aprenden a escribir mi nombre y a saber que su tía se queda sin poderes frente a un tipo de uniforme con pasamanería. Me miran después como dos huerfanitos de Oliver Twist, sujetándome la mano sin fuerza. El aduanero sopla para que se seque bien la tinta.

Mudos entramos en la sala ya a oscuras, y mudos nos comemos los puños en vez de las palomitas de la abuela.

A la salida, recogemos el alijo decomisado junto a algunos expoliados más. El señor de delante acaba de recuperar su hamburguesa.

El guardia mira a ambos lados y musita:

-Lo siento mucho. Tenía a él encargado detrás.

Creo que he dejado de ser la heroína de mis sobrinos. Intentaré volver a ganármelos con la videoconsola.


¿Algún ángel de la blogosfera podría indicarme que tengo que hacer para que no se muestre la entrada entera, sino solo un trocito y la indicación "pinche aquí para ver la entrada entera".? Muchas gracias.
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domingo, octubre 15, 2006

Maletas



Me voy de viaje. Mi maleta no sobrevivió a su última experiencia aeroportuaria y vomitó su contenido camino a casa. Con mi ropa exhaló también su último suspiro. Quedo boquiabierta la pobre, como admirada de todo lo que había visto. No hubo forma de volver a cerrar la cremallera.

Entro en una tienda. Me paseo entre bolsos y maletas. Al fondo un dependiente en posición de descanso. Cuando doy la vuelta a una etiqueta debo activar algún mecanismo en su cerebro, pues se acerca.

-¿La podemos ayudar, señora?.

El plural de modestia, tan habitual en los ensayistas antiguos y en los dependientes modernos siempre me inquieta. Me parece que me habla Gen Gis Kan o Enrique VIII.

Le digo lo que busco, una maleta pequeña que no necesite facturar.

-Mire, ésta es muy resistente- afirma presentándomela de tú a tú, como a un amigo. Además le regalamos ocho bolsitas de vinilo, muy prácticas, para guardar zapatos, medias…

Sensible a mi indiferencia frente a los argumentos de venta racionales, percibe mi total ausencia de interés por la maleta y sus ocho hijos. Medita una fracción de segundo. Como si hubiera descubierto la pólvora y me lleva raudo al otro extremo sujetándome por la bocamanga.

-Mire, señora, que belleza… ligerísima, infinita, eterna, de vinilo.

Aunque le noto algo obsesionado con el vinilo en todas sus formas, la poética vendedora está alcanzando cotas garcilasianas.

Desde luego, comprar algo ligero infinito y eterno y además de vinilo, es tentador.

Mi monedero dice no pero mi corazón asiente y asiente rendido ante esta retórica Samsonite.
Narcotizada de lirismo, doy mi ok. El dependiente, consciente de que los paréntesis que se abren siempre hay cerrarlos, sentencia entornando los ojitos y alzando dedo gordo:

-Estupenda elección, mi amor.

Disimulando mi estupor asiento como indiferente al vertiginoso giro en transacción amorosa de la transacción comercial.

-Espéreme si quiere en la caja que ahora le llevo la maleta, mi niña.

Citas en la caja, paidofilia… cuantas emociones por tan poco dinero. Con todo agradezco que las palabras de amor sean postcoitum consumidor y no un mero previo donjuanesco.

El vendedor me observa callado por primera vez.

-No le ofende, no la he ofendido…¿Verdad, señora?.

Me hago de nuevas. Hago como que no caigo y después digo un no, dilatado como un útero de quintillizos.

-Es que una cliente dio una queja. Tenía lo menos cincuenta años…afirma meditabundo.

Se detiene al detectar la señal de alarma gorgónica en mis ojos cada vez más cercanos a esa edad.

-Bueno, preciosa, era preciosa, también preciosa, como usted- remata algo chapucero. Presentó una reclamación. Nosotros hablamos así. No la ofendí, ¿verdad?…

Es aquí cuando desempolvo el penoso discurso del uy- yo- tengo- muchos –amigos- sudamericanos- no- se- preocupe- se- que- ustedes –hablan- así. Me siento original como una conversación sobre el tiempo en un ascensor.

Parece más tranquilo. Nos despedimos. Me lleva la maleta a la caja, pago y me voy. Casi parecía que había ligado, vaya por Dios. Otra vez será. Si es verdad que la maleta es ligera.
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miércoles, octubre 11, 2006

Becarios

Si un buen día desapareciera la silicona de las casas los edificios se desmoronarían como una baraja de naipes. Silicona en las juntas de las ventanas, en las mamparas, en las puertas, sellando hornos, muebles, azulejos, bañeras, inodoros.

La silicona pega el mundo, y sobre todo, impide que huela.

Dicen los que se dedican a estudiar a los creadores que crear es vincular ideas dispares que nunca habían tenido relación. Pues bien, la silicona es el Leonardo da Vinci de nuestro tiempo, el Einstein de nuestra era. La silicona casa maderas con metales, cristales con plásticos, polivinilos con mármoles, cerámicas con yesos. Le sirve igual a Norman Foster que a Paco Méndez.

La silicona mola y si un día desapareciera, los edificios se desmoronarían como una baraja de naipes. La silicona es importante pero, si un buen día desaparecieran los becarios de las empresas se caería el mundo entero.

Becarios haciendo el trabajo de sus superiores por una miseria. Becarios que vuelven a ser contratados en su puesto sin tener ya nada que aprender ni que ganar. El asiento sudado del becario, receptáculo de innumerables culos juveniles. Puesto subastado una y otra vez a la ilusión del recién llegado.

Kundera dice que el coqueteo es una promesa de coito sin garantía, el ser becado es una promesa de curro sin garantía, que casi nunca acaba en cama.
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lunes, octubre 09, 2006

Flores de cafetería



Sintiendo la ineludible llamada de la cafeína, entro en una cafetería de camino a la Redacción.

En la barra, dos chicas negras impresionantes y el entorno testosterónico trastocadísimo. Los oficinistas hablan en voz alta, gesticulan y se ajustan el nudo de la corbata por turnos. Rodean a estas dos gacelas de melena setentera cardada al viento, cintura de avispa, labios de rubí, dientes de perlas, cuello de cisne. Y nuez.
Son dos transexuales emanando estilo y gracia más allá de todos los géneros y por encima y alrededor de los cruasanes y las caracolas. Desayunan en silencio. No llevan, aparte de las melenas, nada extravagante. Se diría que se han puesto de acuerdo para vestir igual. Vaqueros ceñidos, jersey de pico holgadísimo, a lo Jane Birkin y gafas de mosca. Pero son como vallas publicitarias, tan grandes que hasta lo más sencillo llama mucho la atención.

Las piernas de las divas dan tres vueltas al taburete antes de aterrizar en el suelo sin problemas. Miro mis patitas entaconadas colgando a veinte centímetros del pavimento.
Muerta de envidia y dejando rebotar mis pensamientos en los confines de mi triste uno setenta, pienso que más allá de los conflictos de identidad sexual, debe ser cansado desplegar una escenografía corporal tan inevitablemente aparatosa desde primera hora de la mañana. Apuro el café y dando un saltito desde el taburete inicio la retirada.

Más tranquila.
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viernes, octubre 06, 2006

Intelectualidad a mandíbula batiente


Almuerzo en un Restaurante donde la nada que adorna el entorno ha debido costar una pasta. Y es que decorar al vacío es carísimo. Por eso todos los sitios finos lo hacen.

Estoy con un periodista, compañero de trabajo y un conocido suyo. Es un argentino de madre japonesa y padre belga. De estos maridajes suele salir gente con un atractivo de pasaporte complicado, pero interesante.

Mientras tomamos un vino que elige sin titubear, nos habla de lo divino y de lo humano con un discurso carente de "ces" de propiedades sofronizantes.

Babeante, intento apuntalar mi mentón finamente y destilar con tino mi cosmopolitismo Atrápalo.com.

Nos traen la comida. Sitúan un plato frente a él. En el centro de una fuente cual piscina olímpica yace un chipirón al que parece que le han hecho hasta la manicura. Alrededor del huérfano, una salsa negra en modo grafismo como aplicada por Picasso.

Le mete mano al chipirón, que me da pena los ojitos que tiene. Con unos deditos preciosos le corta un par de tentáculos y los come. El pobre creo que es consciente de que va a quedar con hambre, pues mira el resto del cadáver con una expresión como de perdida.

Mastica y mastica los trocitos sin dejar de hablar. Ese es el problema. Intenta sacarle la sustancia última y primigenia al minicefalópodo y a Houellebecq a la vez.
Observo como las patitas del animalito cada vez mas reducidas migran del carrillo izquierdo al derecho. Hasta que al final traga. La nuez sube y baja desde debajo del cuello de la camisa Ralph Lauren al mentón. Debía estar ya muy seco el bocado, porque le pega un trago más que considerable al vino.
Continúa con la disección. Le corta un trocito al cuerpo. Como tiene mas chicha, su oratoria se enciende e incluso sonríe. Hemos llegado a Paul Auster y es al pronunciar este nombre cuando la tinta del cefalopodo marca Parker como poco, ha colonizado ya no solo dientes y encías, sino que empieza a asomar por las comisuras.
Espero que en su repaso por la literatura anglosajona de pro haga alguna referencia a Amis padre o hijo, pues al juntar los labios en el “mis” quizá se le ocurra pasarse la lengua por ellos.

Decía Andy Warhol que comer y hablar a la vez en un restaurante es algo que sólo saben hacer los ricos. Y yo añado que ni eso….
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jueves, octubre 05, 2006

Vida Zen todo a cien

La vida Zen todo a cien. Volumen 2

La emulación del estilo de vida Zen alcanza sus más altas cotas de charme en la decoración con piedras. Los rincones decorados con cantos rodados, si bien en ocasiones son utilizados como receptáculo de las deposiciones de canes y felinos, transmiten paz y sosiego al espíritu con una más que aceptable relación calidad precio.


Mientras trabajo a la par que caliento mis muslos otoñales con el tupperware informático cual braserillo, busco inspiración allende mis fronteras personales posando la mirada en diferentes elementos de mi entorno. Sobre la mesa una redecilla vacía de las piedras. Debe ser testigo de mis partos literarios lo menos desde hace dos semanas. Colgando de un fleje de nylon una etiqueta con la siguiente leyenda:


Decoratieve stenen
Alleen bestemd voor decoratie


Piedras decorativas
Solo para uso decorativo.


Piedras sólo para uso decorativo. Estos holandeses exportadores conociendo el carácter ibérico siempre presto a la enajenación y la cólera quizá teman que lapidemos a la adultera del quinto con ellas.

Y claro, nos advierten.
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martes, octubre 03, 2006


Canción del Sushi Bar.
Melodía espasmódica.
Hard Rock beat tempo.


Como soy chica moderna
jamás entraré en una taberna.
Si me buscas, me encontrarás
en mi Sushi, Sushi, Sushi Bar.

Sushi Bar es lo que mola
los peces nadan en cintas transportadoras
y desde lejos he de elegir
que pez crudo deglutir.

Coro de notarios:

Sushibar,
los peces nadan en cintas transportadoras
Sushi bar, sushi bar.

Mi colega no decide
y pragmático se inhibe
sus dedos que tocan a Chopin
solo pueden rascarse el magín.


Yo que nunca había pescado,
me fijo en el que tengo al lado,
Sudoroso por coger al vuelo
el takimaki de su anhelo

Coro de pescadores:
No son no, no son salmones
pero contra la corriente van
de este sushi sushi sushi bar



Esto es Zen amigo mío
decisión, acción y brío
porque en la lontananza veo aparecer
el alga verde que he de coger.


Desde lejos calculo si me gustará
pero como soy miope y no esta cerca
hasta que el escualo en trozos no se acerca,
no saldrá por mi mano de su alberca.

Coro de sindicalistas:

El japonés no cocina perdices
pero corta atún en nuestras narices
porque mola trabajar en este sushi sushi sushi bar.



Mientras trato que de mis palillos no se caiga la tempura
echo un ojo a una hoja de verdura.
En un flyer me enseñan como hacer origami
y me pregunto como podré hacer gorritos.
¡Si lo hago, no pillo pescadito!.


Y ¿cuanto costará?
mi amigo pianista la solución no avista.
Estólido en la silla
apoya la mano en la rodilla,
Él, que toca el “El revolucionario”
majara está con tanto acuario.
Incapaz de decidirse
con tanto trajín y poco alpiste.


Al final nos cobraran
según lo que hayamos comido,
por un puntito en el plato
que pasa desapercibido.
Si es rojo un leru cuesta,
si verde cuatro pondré en la cesta.
Al final los colores se suman y no dan otro color
sino una factura y un poco de dolor.

Coro de masajistas:

Ligera tensión

en la repartición.

Ligera tensión

en la repartición.
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