domingo, octubre 15, 2006

Maletas



Me voy de viaje. Mi maleta no sobrevivió a su última experiencia aeroportuaria y vomitó su contenido camino a casa. Con mi ropa exhaló también su último suspiro. Quedo boquiabierta la pobre, como admirada de todo lo que había visto. No hubo forma de volver a cerrar la cremallera.

Entro en una tienda. Me paseo entre bolsos y maletas. Al fondo un dependiente en posición de descanso. Cuando doy la vuelta a una etiqueta debo activar algún mecanismo en su cerebro, pues se acerca.

-¿La podemos ayudar, señora?.

El plural de modestia, tan habitual en los ensayistas antiguos y en los dependientes modernos siempre me inquieta. Me parece que me habla Gen Gis Kan o Enrique VIII.

Le digo lo que busco, una maleta pequeña que no necesite facturar.

-Mire, ésta es muy resistente- afirma presentándomela de tú a tú, como a un amigo. Además le regalamos ocho bolsitas de vinilo, muy prácticas, para guardar zapatos, medias…

Sensible a mi indiferencia frente a los argumentos de venta racionales, percibe mi total ausencia de interés por la maleta y sus ocho hijos. Medita una fracción de segundo. Como si hubiera descubierto la pólvora y me lleva raudo al otro extremo sujetándome por la bocamanga.

-Mire, señora, que belleza… ligerísima, infinita, eterna, de vinilo.

Aunque le noto algo obsesionado con el vinilo en todas sus formas, la poética vendedora está alcanzando cotas garcilasianas.

Desde luego, comprar algo ligero infinito y eterno y además de vinilo, es tentador.

Mi monedero dice no pero mi corazón asiente y asiente rendido ante esta retórica Samsonite.
Narcotizada de lirismo, doy mi ok. El dependiente, consciente de que los paréntesis que se abren siempre hay cerrarlos, sentencia entornando los ojitos y alzando dedo gordo:

-Estupenda elección, mi amor.

Disimulando mi estupor asiento como indiferente al vertiginoso giro en transacción amorosa de la transacción comercial.

-Espéreme si quiere en la caja que ahora le llevo la maleta, mi niña.

Citas en la caja, paidofilia… cuantas emociones por tan poco dinero. Con todo agradezco que las palabras de amor sean postcoitum consumidor y no un mero previo donjuanesco.

El vendedor me observa callado por primera vez.

-No le ofende, no la he ofendido…¿Verdad, señora?.

Me hago de nuevas. Hago como que no caigo y después digo un no, dilatado como un útero de quintillizos.

-Es que una cliente dio una queja. Tenía lo menos cincuenta años…afirma meditabundo.

Se detiene al detectar la señal de alarma gorgónica en mis ojos cada vez más cercanos a esa edad.

-Bueno, preciosa, era preciosa, también preciosa, como usted- remata algo chapucero. Presentó una reclamación. Nosotros hablamos así. No la ofendí, ¿verdad?…

Es aquí cuando desempolvo el penoso discurso del uy- yo- tengo- muchos –amigos- sudamericanos- no- se- preocupe- se- que- ustedes –hablan- así. Me siento original como una conversación sobre el tiempo en un ascensor.

Parece más tranquilo. Nos despedimos. Me lleva la maleta a la caja, pago y me voy. Casi parecía que había ligado, vaya por Dios. Otra vez será. Si es verdad que la maleta es ligera.

17 comentarios:

doble visión dijo...

Marga, me quedo una duda...¿te hubiera gustado ligar con el dependiente?...digo, ¿era tu tipo?

jaja...
en Argentina, hace muchos años habia un comercial donde el vendedor apelaba a todo tipo de tretas para seducir a una cliente que entraba a comprar vajilla...cuando lo lograba y ésta se retiraba, miraba a la cámara y exclamaba Soy un león vendiendo Durax!!!(la marca en cuestion).
Este habra exclamado "Maletas" en vez de durax

beso
marcelo

Achab dijo...

Por lo menos es eterna, que eso siempre es un ahorro.

Eulalia dijo...

Aborrezco ese tipo de trato.
Eres una señora.
En mi caso, le hubiera recordado que estamos en España.
Luego él hubiera dicho en casa que había tenido un encontronazo con una clienta xenófoba.
En fin.
Un beso.

Esther Hhhh dijo...

A veces hasta comprar una maleta es toda una aventura...
Por cierto, personalmente, en ciertos días, adoro ir de compras, sólo por unas palabras de adoración a mi ego... Y es que entre tanto silencio interverbal, al final, una se ahoga..
Besitos

El chicharrero terrible dijo...

marga tus dibujos me encantan, dan un aire retro cojonudo a tu blog. En cuanto al dependiente, cada uno hace lo que puede en este loco mundo que nos ha tocado vivr,sino fijate en que eulalia y esther piensan totalmente lo contrario, incluso siendo posible que las dos necesiten una maleta, como la tuya, y el vendedor deba intentar venderselas a las dos; pero claro el no sabe como son ellas.

Carlos Escalante III dijo...

Al cliente lo que pida.

Fernando Hurtado dijo...

ehh yo tmb me voy de viaje, estare fuera toda la semana... suerte!

Anónimo dijo...

Buenisimo!
A mi me sucedio algo parecido en una tienda, pero con una dependienta que me ponia de los nervios por su afectadisima manera de hablar.
No me quede la "maleta para ir en moto", digamos que la mochila de marras, equivalia al 15% del valor total de la moto...

Garrapata dijo...

Marga. El dependiente, ¿era dependiente o poética vendedora? Lo digo por saber qué es más: si el surrealismo de tus relaciones interpersonales o tu imaginación.

En cualquier caso, buen viaje. Por cierto, que ya tienes una anécdota de transporte público para releer.

Anónimo dijo...

sería interesante ver por qué le puede resultar tan aborrecible ese tipo de trato a personas inteligentes como eulalia... es familiaridad no consentida, si, pero a veces es sólo una expresión carente de sentido como el cojones o las echadas de madre tan hispanicas y tan "neutrales". Esa afirmación de "eres una señora" es muy graciosa!!!

Hacker Ético dijo...

Mmm...interesante debate se suscita ¿No os parece muy similar este caso al de ceder el asiento en el bus?Me refiero a un post anterior de Cajón Desastre. Una vez más surge la contoversia: qué es mejor: ¿un lenguaje edulcorado transoceánico o una sinceridad hispanamente borde?
Es como el cuento del padre y su hijo que montaban un burro: ambos iban en el burro y la gente al pasar cuchicheaba: "pobre burro, que carga debe soportar".Después se bajaron ambos, avergonzados, y la gente entonces decía:"vaya un burro más gandul¿cómo es posible?".Entonces el abuelo decide subirse, y la opinión de la gente al pasar era "mira que padre más comodón, y el pobre niño caminando". Por último, el niño se subió y el padre iba caminando a lo que replicaban los paseantes "vaya niño más mimado,¡podría dejar asiento a su padre!".
En fin, opiniones hay para todos los gustos.

CGI MANAGEMENT dijo...

Deivid, es elegir entre House o Franco Reyes.

Creo que el que pensó que había ligado fue él. Y que le compraste la maleta gracias a sus eternas e infinitas dotes de seducción.

Aristóteles dijo...

Entonces... ¿Qué has hecho con tu cajón de desastre? Jejeje... En fin, ahora solo queda disfrutar esta maleta. Y mira que vengo llegando de un estupendo viaje, de donde he recuperado la paz.

Y es que, la verdad, amiga mía, si estaba cansado un poco de ir con "mis maletas" de un blog a otro... son tantos los que van y vienen...

Ahora, heme aquí contigo.

Besos.

M dijo...

De los mejores posts que he leído en tu blog... :D
Presentísima como te tengo, te saludo, ya en Méjico...
Te termino de leer pronto.
Un abrazo muy fuerte.
Manu

Gonzalo Villar Bordones dijo...

un amor, asociado a las maletas, tal vez sea signo de una relación viajada.

tal vez pronto hay un piloto u untenista en tu vida.

Toxcatl dijo...

Ains, este habla de allende los mares... que la hace sentir a una como una reina, y luego ¡solo querian platicar, no mas!!!

Anónimo dijo...

Pues a mí me hubiese encantado.
Me suena muy dulce, aunque en realidad luego resulte que era impersonal, de ilusión también se vive. Y ya que te dejas los cuartos, y obtener de un dependiente la información técnica que ayuda a tomar la decisión de compra es un imposible, al menos que te hagan la pelota.
Pobrecillo, qué apuro pasó!