Sobre todo en lo que se refiere al espinoso tema de la cesión de asientos. Viajar sentada en bus me obliga a llevar a cabo una acelerada reflexión sobre la debilidad y la fortaleza del prójimo entre parada y parada. Decidir de un vistazo, quien es menos joven o esta más cansado o tullido que yo es ética y ontológicamente agotador. Y más si encima se lleva tacón.
Como un portero de campo de concentración a la inversa, tengo que decidir quien es el más débil de la cola de los que entran. Pero no para enviarle a la cámara de gas, sino a sentarse.
Como un portero de campo de concentración a la inversa, tengo que decidir quien es el más débil de la cola de los que entran. Pero no para enviarle a la cámara de gas, sino a sentarse.
Complicadísimo.
Pica el bonobus una señora. Si yo tuviera sesenta años, saliera tan mona y tan peinadita a merendar con mis amiguetas y alguien me ofrece un asiento, me corto las venas. O sea que nada, trasero bien pegado a mi asiento.
Pica el bonobus una señora. Si yo tuviera sesenta años, saliera tan mona y tan peinadita a merendar con mis amiguetas y alguien me ofrece un asiento, me corto las venas. O sea que nada, trasero bien pegado a mi asiento.
Las embarazadas también tienen su enjundia. En ocasiones no se sabe si nos hallamos en el primer estadio de la gestación o del sobrepeso. El incauto ofrecimiento de la plaza puede ser motivo del desaire y exabrupto de alguna tripona deshabitada.
Los lisiados son una ecuación bien sencilla. Muletas, collarín, bastón igual a asiento. Facilismo, excepto por la inquietante circunstancia de que todos los lisiados se bajan siempre en la próxima parada.
Entra un jubileta. Perfecto candidato. Arrugadito y sonrosado. Tiene por lo menos ochenta años. Huele a colonia Nenuco. Es menudo y apenas llega a la barra sobre su cabeza diseñada por algún ingeniero mastodóntico del primer mundo ajeno a la verdadera altura del ciudadano medio. Se sujeta con ambas manos. Apenas roza la barra con las yemas.
Le ofrezco mi asiento. El viejete se estira y enseñándome una impecable dentadura de pago me dice:
-Señorita, ¿Soy alguno de los tres?.
Ante mi desencaje de mandíbula frente a pregunta tan teológica, el Séneca del 21, se queda colgado de un brazo y casi sin llegar con las puntas de los pies al suelo, y jugándose el coxis, señala con un dedito sacacorchos, un cartel a mi izquierda.
En él podemos ver tres siluetas, a saber:
Una embarazada con un vestido con canesú totalmente out
Un politraumatizado con cabestrillo y muleta
Un anciano con bastón y chepa.
Intento pensar a toda velocidad mientras el conductor deja convertida la montaña rusa del parque de atracciones en un columpio de párvulos. Medito mi respuesta, pisamos terreno resbaladizo.
No ,no, afirmo negando.
Desde luego no es ninguno de los dos primeros, y cualquiera se atreve a sugerir a esta jovial sonrisa con pantalón mil rayas que es el último.
-Señorita, ¿Soy alguno de los tres?.
Ante mi desencaje de mandíbula frente a pregunta tan teológica, el Séneca del 21, se queda colgado de un brazo y casi sin llegar con las puntas de los pies al suelo, y jugándose el coxis, señala con un dedito sacacorchos, un cartel a mi izquierda.
En él podemos ver tres siluetas, a saber:
Una embarazada con un vestido con canesú totalmente out
Un politraumatizado con cabestrillo y muleta
Un anciano con bastón y chepa.
Intento pensar a toda velocidad mientras el conductor deja convertida la montaña rusa del parque de atracciones en un columpio de párvulos. Medito mi respuesta, pisamos terreno resbaladizo.
No ,no, afirmo negando.
Desde luego no es ninguno de los dos primeros, y cualquiera se atreve a sugerir a esta jovial sonrisa con pantalón mil rayas que es el último.
Sacando pecho, satisfecho por la contundencia de su k.o , el púgil dialéctico del Inserso intenta meterse la camisa por el pantalón mientras esta a punto de partirse la crisma con el último trastabilleo del bus.
-Hay que tener humor ¿No le parece Señorita?. Tiene unas pupilas azul marino sin edad.
Asiento con la cabeza mientras constato que había olvidado considerar la galantería y la inmarchitable coquetería en el reparto de asientos.
No me vuelvo a sentar en el autobus. Demasiadas decisiones entre Goya y Princesa.
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-Hay que tener humor ¿No le parece Señorita?. Tiene unas pupilas azul marino sin edad.
Asiento con la cabeza mientras constato que había olvidado considerar la galantería y la inmarchitable coquetería en el reparto de asientos.
No me vuelvo a sentar en el autobus. Demasiadas decisiones entre Goya y Princesa.